Sobre el duelo

No puedo negar que me genera conflicto dar una calificación de 3 estrellas a un texto tan personal de una de mis escritoras favoritas y aún más, considerando el tema. Sobre el duelo es el relato íntimo de Chimamanda Ngozi Adiche sobre la muerte de su padre, en plena pandemia, mientras ella estaba en Estados Unidos y él en Nigeria. Además del dolor por la pérdida de su padre, un hombre fundamental en su vida, debió también enfrentrar la impotencia de no poder viajar por las restricciones de vuelta a casa, lo que impidió estar en el funeral para su última despedida.

Es muy difícil abrirse y exponerse al mundo después de la muerte de un ser querido, y más aún cuando se trata de los padres. Lo sé porque hace unos meses perdí a mi padre, y como la autora, no estuve ahí en el momento de su fallecimiento, aunque tuve la suerte de poder viajar para su despedida. El tiempo ha pasado muy rápido y quizá, a diferencia de lo que relata Adiche, no me he enfrentado a la pena a cabalidad. O como señala, la pena es diferente, los duelos se viven de manera distinta. Todo parece estar normal y de pronto, el recuerdo de ese ser querido regresa y nos abruma, porque sabemos que nunca lo volveremos a ver.

"Nunca ha llegado para quedarse. Nunca parece un castigo demasiado injusto. Durante el resto de mi vida, viviré tratando de alcanzar cosas que ya no existen."


Pero con todo y lo delicado del tema, con la valentía de la escritora para mostrarse vulnerable, enloquecida y desorientada ante el dolor, no ha resultado el texto que me esperaba. Me siento algo mal al escribirlo porque, finalmente, estamos hablando de una experiencia válida y personal e imposible de juzgar. Sin embargo, siendo Chimamanda, quizá esperaba algo más radical; una visión nueva con respecto al duelo, así como nos ha ofrecido en el pasado sobre otros temas en los que tiene una postura clara y al mismo tiempo que refleja su forma de pensar y su formación. Por ejemplo, el año pasado me topé con dos lecturas las cuales, si bien el tema central no era la pérdida de los padres, tenían referencias a ello, y me sacaron las lágrimas. Eran breves pasajes, apenas unas líneas, y sin embargo, me trajeron de golpe el recuerdo de mi padre y lo terrible de la ausencia. Por alguna razón, no pude conectar de la misma forma con Sobre el duelo, pero sin duda, esto es completamente subjetivo.

Chimamanda Ngozi Adichie nos vuelve a sorprender una vez más, no usando temas ya tratados con anterioridad en sus ensayos, como pueden ser el feminismo o el racismo. En este caso nos habla del duelo, un tema interesante hoy en día por la cantidad de muertes que hemos visto y vivido durante la pandemia.

Y es que ella misma ha vivido la muerte de su padre durante el año pasado en pandemia, y aquí nos cuenta sus sentimientos y vivencias, ya que, mientras ella estaba en Estados Unidos confinada en su casa, su padre murió en Nigeria.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido su sinceridad a la hora de señalar que hasta que no lo ha vivido no ha podido imaginarse hasta qué punto duele la muerte de un ser querido, y lo importante que es el lenguaje en estos casos. Porque, cuando nos topamos con una persona que ha perdido a un ser querido hace poco tiempo, a veces decimos cosas que pueden herir sus sentimientos, o reavivar ese dolor que tiene dentro y que no siempre se puede ver a simple vista.

Como siempre, Chimamanda nos deleita con las expresiones que se usan en Nigeria para distintas ocasiones, escribiéndolas en nigeriano y su traducción. Este tipo de detalles siempre me parecen interesantes porque así se conocen mucho mejor otras culturas. También habla de cómo se trata el tema de la muerte en su país, sus tradiciones a la hora de celebrar un funeral y las creencias.

Este no es un libro solo para aquellas personas a las que les encante esta escritora, sino también para aquellos que quieren entender mejor a los demás, y como consecuencia, mejorar sus relaciones con otros. No obstante, no sé si este libro sería el más adecuado para una persona que haya perdido recientemente a un ser querido. Quizá dejando pasar el tiempo ayude, pero en un primer momento puede que solo haga avivar su dolor.

Podéis pensar (y con razón) que esta no es la época del año en la que leer un texto como este. Pero, ¿acaso la llegada de un adiós inesperado es bien recibida en algún momento en particular? ¿en qué circunstancias la interrupción y el desvanecimiento del tictac marcan la hora correcta?

Es posible leer sobre la pena o la muerte con el alegre chapoteo de fondo de la vida veraniega en la piscina o en la playa. Niños que ríen, adultos que se pierden en la incertidumbre. Leer es un estado viscoso que se impregna de todo lo que rodea físicamente el acto de pasar la página y el entorno en donde esa página puede ser definitiva o meramente transitoria.

Este pequeño librito de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie es el relato posterior a la muerte de su padre en plena pandemia. Lo personal en este caso va más allá de lo literario y este puede ser un buen motivo para encontrar interesante (o no) su publicación.

Hace ya algunos años que su novela Americanah me espera pacientemente en la estantería y, aunque no puedo saber si algo del estilo de la autora permanece intacto en sus libros anteriores, sí que imagino la fuerza con que la riada de la pérdida se llevará las palabras de los nuevos textos que publique.

Si hay algo que podemos rescatar con certeza de un dolor ajeno es que el duelo es más una parte activa de la vida que una parte pasiva de la muerte.

La lectura de un texto tan aparentemente lejano e íntimo como este nos hace recordar un hecho ineludible (y necesario): que ni el verano, ni la pena, ni las personas son eternas.

Más que conocida en el panorama literario es la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, sobre todo por sus célebres ensayos y escritos de marcado carácter feminista y por sus novelas de gran renombre a nivel internacional. Pues yo, como gran desconocedora de su obra, he acudido a perder la virginidad con uno de sus últimos escritos de no ficción. En Sobre el duelo, Chimamanda nos acerca a través de un texto autobiográfico y en primera persona, al relato de la dura noticia que supuso el fallecimiento inesperado de su padre en plena pandemia y el posterior proceso de asimilación y aceptación que la autora hubo de afrontar.

Bien sabido es que la muerte y el duelo, son procesos naturales y humanos que a lo largo de la evolución humana se han ido tergiversando. Actualmente se tiende a acelerar, ignorar, incluso ocultar, el dolor por la pérdida humana, conllevando un sufrimiento si cabe mayor. El comprender este dolor, visualizarlo y empatizar con él, suponen alivio y superación y así nos lo quiere hacer ver Chimamanda a través de un libro que seguramente a la propia autora ha servido como proceso de sanación.

Un suspiro de lectura de poco más que veinte minutos, donde la forma de escribir me ha parecido excepcional, y la manera de hacer sentir al lector insuperable. Cierto es que esperaba un ensayo más puro, de carácter más rigurosamente científico, un estudio clínico sobre el proceso psicológico del duelo, y aunque es cierto que toca estos ámbitos, el libro no deja de ser un relato intimista y personal dónde la autora desnuda su alma para regalarnos un texto cargado de dolor y belleza.

Una historia en la que la autora trasciende el concepto de ensayo transformándolo en un sentido homenaje a la figura paterna, un canto a la superación y a la vida.

Escuchado en audiolibro.

La autora nos habla de su proceso de duelo tras la muerte de su padre. al suceder en pandemia, no pudo viajar para despedirse y fue un proceso largo.

No cuenta nada especial. Solo como lo llevó ella el que un día estaba hablando con su padre y al día siguiente llamó su hermano para darle la noticia. El cómo fue asimilando este cambio. Diferentes recuerdos que tiene ligado a su padre

Realista, doloroso y conmovedor.

Así describiría este libro, pequeño quizás en formato pero muy grande en lo que llega a abarcar. El dolor más puro e intenso que puedes sentir, la pérdida definitiva de un ser querido, y es que eso es lo más doloroso de todo, ser consciente de que es definitiva.

Escrito casi de forma diario personal, es quizás, la mejor terapia que la escritora pudo encontrar para sobrellevar el duelo.

Aunque en mi caso hay muchas cosas que las he visto desde fuera, mi duelo es por mi abuela, que también fue mí madre, el dolor es tan tangible que lo sientes en tu propia piel.
Quizás también ayude que lo he leído año y medio después de la pérdida, si hubiese sido antes lo mismo no soy capaz de leerlo, pero he podido sentir en mi propia boca el sabor amargo del dolor, el sabor dulce de los recuerdos, la calidez de sus manos cuando estábamos solas y me cogía la mía entre las suyas… recuerdos de niñez y de adolescencia que en su estúpida credulidad nos hace pensar que tenemos toda una vida para decirle a quienes queremos lo importantes que son, malas noticias… no es así.

“La pena es un tipo de enseñanza cruel. Aprendes lo poco amable que puede ser el duelo, lo lleno de rabia que puede estar.”

“¿Cómo que el mundo sigue adelante, respirando inmutable, mientras mi alma sufre una dispersión permanente?”

“Mi rabia me asusta, mi miedo me asusta.”

“La Pena me obliga a mudar la piel.”

“Evito los pésames. le gente es amable, tiene buenas intenciones, pero saberlo no hace que sus palabras duelan menos.”

“Parte de la tiranía de la pena es que te priva de recordar las cosas que importan.”

“La Pena era una celebración del amor, quienes sentían auténtica pena habían tenido la suerte de amar.”

Este libro me vale para el #24retosdelectura 2022 en las categorías:

9.- Con menos de 120 páginas.
13.- Ensayo
17.- Autora nacida en África

Con este ensayo la autora realiza un valiente intento de exorcizar su dolor ante la terrible pérdida de su padre a la vez que intenta explicarnos cuáles son sus sentimientos ante su fallecimiento.

Si la muerte de un padre es dura, siempre dura, más lo es cuando esta ocurre en medio de una pandemia a kilómetros de distancia sin que puedas acudir a despedirte, tras semanas, meses, de separación forzosa sólo atenuada por llamadas Zoom.

En este ensayo Adichie cuenta su reacción a la muerte de su padre, su dolor, momentos de remembranza de tiempos pasados y no tan pasados y cómo ahora ve qué tan manidas e inútiles son las típicas frases de consuelo que damos en los funerales.

Es un libro corto, donde la autora relata sus vivencias en torno a la reciente muerte de su padre. Es corto pero potente. Un homenaje precioso que la autora hace a su padre, con quién estaba muy unida y que falleció en plena pandemia. Merece la pena leerlo, como todos los de esta autora.

La manera tan simple que tiene Chimamanda de explicar sentimientos tan complejos como los que contienen estas páginas siempre me sorprende. En esta ocasión, su sinceridad y su manera de abrirse a los lectores en un momento tan doloroso me han vuelto a cautivar.

En esta ocasión, la autora intenta poner por escrito y entender las emociones que le siguieron tras la repentina muerte de su padre en Nigeria durante la pandemia de COVID-19. Chimamanda se encontraba en Estados Unidos y no pudo estar cerca de él en sus últimos y posteriores momentos. A partir de esta situación analiza cómo el duelo y la pena por la pérdida de un ser querido sacude a cada individuo de una forma diferente y la obligación que sintió de seguir viviendo en un estado en el que incluso los recuerdos vividos con su padre le dolían al enfatizarle la ida de este. Asistimos a algunos de estos recuerdos y la autora nos dejará conocer un poco sobre la vida de su figura paterna, pues el ensayo sirve al mismo tiempo como un homenaje y un último adiós.

Es un texto bonito y emotivo que pone de manifiesto los sentimientos y las sensaciones que podemos experimentar cuando fallece alguien cercano. En ese sentido está muy bien pero creo que se queda en la superficie y que podría haber ahondado más en el tema de cómo intentar aceptar el duelo y asimilar su asentamiento.

Me vuelve a fascinar la sencillez y la claridad de Chimamanda a la hora de escribir y la facilidad que tiene de describir con palabras emociones complejas.