Sobre el duelo

Podéis pensar (y con razón) que esta no es la época del año en la que leer un texto como este. Pero, ¿acaso la llegada de un adiós inesperado es bien recibida en algún momento en particular? ¿en qué circunstancias la interrupción y el desvanecimiento del tictac marcan la hora correcta?

Es posible leer sobre la pena o la muerte con el alegre chapoteo de fondo de la vida veraniega en la piscina o en la playa. Niños que ríen, adultos que se pierden en la incertidumbre. Leer es un estado viscoso que se impregna de todo lo que rodea físicamente el acto de pasar la página y el entorno en donde esa página puede ser definitiva o meramente transitoria.

Este pequeño librito de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie es el relato posterior a la muerte de su padre en plena pandemia. Lo personal en este caso va más allá de lo literario y este puede ser un buen motivo para encontrar interesante (o no) su publicación.

Hace ya algunos años que su novela Americanah me espera pacientemente en la estantería y, aunque no puedo saber si algo del estilo de la autora permanece intacto en sus libros anteriores, sí que imagino la fuerza con que la riada de la pérdida se llevará las palabras de los nuevos textos que publique.

Si hay algo que podemos rescatar con certeza de un dolor ajeno es que el duelo es más una parte activa de la vida que una parte pasiva de la muerte.

La lectura de un texto tan aparentemente lejano e íntimo como este nos hace recordar un hecho ineludible (y necesario): que ni el verano, ni la pena, ni las personas son eternas.