La campana de cristal de Sylvia Plath
¿Cómo podría yo saber si algún día en la universidad, en Europa, en algún lugar, en cualquier lugar, la campana de cristal con sus asfixiantes distorsiones, no volvería a descender?
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La campana de cristal de Sylvia Plath
¿Cómo podría yo saber si algún día en la universidad, en Europa, en algún lugar, en cualquier lugar, la campana de cristal con sus asfixiantes distorsiones, no volvería a descender?
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La campana de cristal de Sylvia Plath
-¿Qué tal si trata de decirme lo que usted cree que va mal? Di vueltas a las palabras con suspicacia, como si fueran redondos, pulidos guijarros que pudieran sacar de pronto una garra y convertirse en otra cosa. ¿Lo que yo creía que iba mal? Dicho así, tenía la impresión de que nada iba realmente mal, solo yo pensaba que iba mal. |
La campana de cristal de Sylvia Plath
Así que empecé a pensar que tal vez fuera cierto que casarse y tener niños equivalía a someterse a un lavado de cerebro, y después una iba por ahí idiotizada como una esclava en un estado totalitario privado.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Le echaba el ojo a un hombre sin tacha, a distancia, pero tan pronto como se acercaba, inmediatamente veía que no serviría en absoluto. Esa es una de las razones por las que nunca quise casarme. Lo último que yo quería era seguridad infinita y ser el lugar desde el cual parte una flecha. Quería cambio y emoción y salir disparada en todas las direcciones yo misma, como las flechas de colores de un cohete un cuatro de julio. |
La campana de cristal de Sylvia Plath
-¿Sabes lo que es un poema, Esther? -No, ¿qué es? -decía yo. -Un grano de polvo. [...] -También lo son los cadáveres que cortas. También lo es la gente a la que crees curar. Son polvo como el polvo mismo es polvo. Calculo que un buen poema dura mucho más que cientos de esas gentes juntas. [...] La gente estaba hecha nada más que de polvo y yo no veía que curar todo aquel polvo fuera algo mejor que escribir poemas que la gente recordaría y se repetiría a sí misma cuando se sintiera infeliz o enferma y no pudiera dormir. |
La caja de los deseos de Sylvia Plath
Siempre escucho queriendo oír pasos que suban las escaleras, y los odio cuando no suben a por mí. Por qué, por qué no puedo ser asceta una temporada, en vez de vacilar siempre entre querer una soledad completa para trabajar y leer, y ansiar tanto, tanto los gestos de las manos y las palabras de otros seres humanos.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
Ese es el miedo latente, un síntoma: de repente es todo o nada: o rompes la cáscara de la superficie, y entras al vacío que silba, o no. Quiero volver al camino intermedio más normal en el que mi ser permea la sustancia del mundo: comer comida, leer, escribir, hablar, ir de compras: para que todo esté bien en sí mismo, y no sea sólo una actividad frenética que esconda el miedo que debe enfrentarse a sí mismo, y batirse en duelo a muerte consigo mismo, diciendo: ¡Pasa Una Vida!
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
La imagen de identidad que cada día debemos luchar por grabar en el mundo neutro u hostil se derrumba hacia dentro; nos sentimos aplastados. [...] Debemos de estar en bajamar cuando hemos entrado tanto en el negro: que todos los demás, tan sólo porque son «otros», son invulnerables. Es mentira. |
La caja de los deseos de Sylvia Plath
¿Mañana qué? Siempre remendando máscaras, pidiendo perdón por haber leído apenas la mitad de lo que me proponía. ¡Pero pasa una vida! Anhelo traspasar la materia de este mundo: pasar a estar anclada en la vida mediante la colada y las lilas, el pan de cada día y los huevos fritos, y un hombre, el desconocido de ojos oscuros, que coma mi comida y mi cuerpo y mi amor, y dé la vuelta al mundo todo el día, y vuelva por la noche para encontrar consuelo en mí. ¿Quién me dará un niño, que hará que vuelva a ser miembro de la raza que me tira bolas de nieve, quizá percibiendo la podredumbre a la que atacan? |
La caja de los deseos de Sylvia Plath
Hablo conmigo misma, y miro los árboles oscuros, benditamente neutros. Mucho más fácil que afrontar a la gente, que tener que parecer feliz, invulnerable, lista. Sin máscaras ando, hablando a la luna, a la fuerza neutra impersonal que no oye, que tan sólo acepta mi ser. Y no me fulmina.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
Necesito un padre. Necesito una madre. Necesito un ser mayor, más sabio, a quien llorarle. Hablo a Dios, pero el cielo esta vacío, y Orión pasa de largo, y no habla. Me siento como Lázaro: cuánta fascinación tiene esa historia. Estando muerta, volví a levantarme, e incluso recurro al mero valor sensacional de estar suicida, de quedarme tan cerca, de salir de la tumba con las cicatrices y la marca dañina en la mejilla, [...]. Y me identifico demasiado con lo que leo, con lo que escribo.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
Fuera, nada dolía lo suficiente para igualar la marca de dentro, un círculo de marcas de dientes siamés, apropiado emblema de la pérdida. Viví: aquella vez. Y debo llevar la carga de mis egos muertos hasta que vuelva a vivir.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
Myra se preguntó cómo Cicely podía estar tan tranquila ante la idea de olvidar el dolor. Aunque borrado de la superficie de la mente, el dolor estaba ahí, en alguna parte, cortado de forma indeleble en la carne; un pasillo de dolor vacío, sin puertas, sin ventanas. ¡Y que luego te engañen las aguas del Leteo para volver, con toda la inocencia, y concebir un niño tras otro! Era de bárbaros. Era un fraude inventado por los hombres para perpetuar la raza humana; razón suficiente para que una mujer se niegue en redondo a tener hijos.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
No me preocupa que los poemas lleguen relativamente a poca gente. En realidad, lo sorprendente es lo lejos que van; entre desconocidos, incluso alrededor del mundo. Más lejos que las palabras de un maestro de escuela o que la recetas de un médico; si tienen suerte, más allá de una vida.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
[...] Entonces, ¿mi amor al cambio y al estado salvaje viene del paisaje marino de mi infancia? Las montañas me dan miedo: están ahí sin hacer nada, son muy orgullosas. Las colinas me asfixian con su quietud de almohadas altas.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
El paisaje de mi infancia no era tierra, sino el final de la tierra: las colinas frías, saladas, en movimiento, del Atlántico. A veces pienso que mi perspectiva del mar es lo más claro que tengo. La tomo, en mi condición de exiliada, como las «piedras de la suerte» moradas que coleccionaba, con una franja blanca alrededor, o como la concha de un mejillón azul, con su interior irisado como uña de ángel, y en una ola de recuerdo los colores se hacen más intensos y brillan, y el mundo temprano respira.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Para la persona encerrada en la campana de cristal, vacía y detenida como un bebé muerto, el mundo mismo es la pesadilla.
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Diarios completos de Sylvia Plath
El escritor construye ilusiones para los hombres de a pie, pero hay que cubrir con un velo de misterio el asunto, porque a nadie le gusta pensar que es posible jugar con sus emociones, que es posible provocarlas mediante el oficio y la voluntad literaria. A nadie le gusta pensar: Este tipo puede penetrar en mi interior y jugar con mi corazón […].
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La campana de cristal de Sylvia Plath
[“Si ser neurótica es decir dos cosas mutuamente excluyentes en el mismo momento, entonces soy endemoniadamente neurótica. Estaré volando de una a otra cosa mutuamente excluyente durante el resto de mi vida.”]
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La campana de cristal de Sylvia Plath
I felt dreadfully inadequate. The trouble was, I had been inadequate all along, I simply hadn't thought about it.
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Cuantos años se lleva Ron con Fred y George?