La caja de los deseos de Sylvia Plath
Necesito un padre. Necesito una madre. Necesito un ser mayor, más sabio, a quien llorarle. Hablo a Dios, pero el cielo esta vacío, y Orión pasa de largo, y no habla. Me siento como Lázaro: cuánta fascinación tiene esa historia. Estando muerta, volví a levantarme, e incluso recurro al mero valor sensacional de estar suicida, de quedarme tan cerca, de salir de la tumba con las cicatrices y la marca dañina en la mejilla, [...]. Y me identifico demasiado con lo que leo, con lo que escribo.
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