La campana de cristal de Sylvia Plath
El silencio me deprimía. No era realmente el silencio. Era mi propio silencio.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
El silencio me deprimía. No era realmente el silencio. Era mi propio silencio.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Donde quiera que estuviera sentada -en la cubierta de un barco o en la terraza de un café en París o en Bangkok- estaría sentada bajo la misma campana de cristal, agitándome en mi propio aire viciado.
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Ariel de Sylvia Plath
Querido mío, toda la noche Estuve fluctuando, encendiéndome, apagándome. Las sábanas llegan a pesar como el beso de un libertino. Tres días. Tres noches. Agua con limón, agua De pollo, el agua me da arcadas. Soy demasiado pura para ti y para cualquiera. Tu cuerpo Me lastima como el mundo a Dios. Soy un fanal --- Mi cabeza una luna De papel japonés, mi piel de oro batido Infinitamente delicada y valiosa. ¿No te asombra mi calor? ¿Y mi luz? Soy una camelia enorme Resplandeciente, encendiéndome y apagándome. |
Ariel de Sylvia Plath
Pero no para de brillar, creo que me quiere. No me importaría si fueran huesos o un broche de perlas. Igual, este año no pretendo demasiado de un regalo. Después de todo, si estoy viva es por casualidad. Me hubiera matado con gusto la otra vez de una forma o de otra. |
La campana de cristal de Sylvia Plath
Debería haber, pensé, un ritual para nacer dos veces: remendada, reparada y con el visto bueno para volver a la carretera.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Quizás el olvido, como una bondadosa nieve, los entumeciera y los cubriera. Pero eran parte de mí. Eran mi paisaje.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Para la persona encerrada en la campana de cristal, vacía y detenida como un bebé muerto, el mundo mismo es la pesadilla.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Era como si lo que yo quería matar no estuviera en esa piel ni en el ligero pulso azul que saltaba bajo mi pulgar, sino en alguna parte, más profunda, más secreta y mucho más difícil de alcanzar.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Si ser neurótica es decir dos cosas mutuamente excluyentes en el mismo momento, entonces soy endemoniadamente neurótica. Estaré volando de una a otra cosa mutuamente excluyente durante el resto de mi vida.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
También recordé a Buddy Willard diciendo en un tono siniestro y malicioso que después de que yo tuviera niños sentiría de una manera diferente, no querría escribir más poemas. Así que empecé a pensar que tal vez fuera cierto que casarse y tener niños equivalía a someterse a un lavado de cerebro, y después una iba por ahí idiotizada como una esclava en un estado totalitario privado.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Y yo sabía que a pesar de todas las rosas y besos y cenas en restaurantes que un hombre hacía llover sobre una mujer antes de casarse con ella, lo que secretamente deseaba para cuando la ceremonia de boda terminase era aplastarla bajo sus pies como la alfombra de la señora Willard.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Lo último que yo quería era seguridad infinita y ser el lugar desde el cual parte una flecha. Quería cambio y emoción y salir disparada en todas las direcciones yo misma, como las flechas de colores de un cohete un Cuatro de julio.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento. De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante.[...] Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
El problema era que yo detestaba la idea de trabajar para los hombres de cualquier forma que fuera. Quería dictar mis propias emocionantes cartas.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
La gente estaba hecha nada más que de polvo y yo no veía que curar todo aquel polvo fuera algo mejor que escribir poemas que la gente recordaría y se repetiría a sí misma cuando se sintiera infeliz o enferma y no pudiera dormir.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Lamenté llegar a la última página. Deseé poder arrastrarme por entre las líneas negras del papel impreso, como si se tratara de una cerca, e ir a dormir bajo la gran higuera, verde y hermosa.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
El silencio me deprimía. No era realmente el silencio. Era mi propio silencio. Sabía perfectamente que los coches hacían ruido y la gente que iba dentro de ellos y la que estaba detrás de las ventanas iluminadas de los edificios hacían ruido, y el ruido hacía ruido, pero yo no oía nada. La ciudad colgaba en mi ventana, chata como un cartel, brillando y titilando, pero muy bien podía no haber estado allí, por lo que a mí concernía.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Pensaba que quizás si me dejaran tranquila encontraría un poco de paz
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La campana de cristal de Sylvia Plath
La doctora Nolan me había dicho, sin muchos rodeos, que mucha gente me trataría con cautela, o incluso me evitaría, igual que una leprosa con la campana.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Desgarra conocer a Sylvia, una mujer muy libre en su cabeza que se encuentra con todo el encorsetamiento de "la pureza" que deben perseguir las mujeres, de la división de géneros. Un relato muy honesto, muy vívido sobre la sociedad neoyorkina del momento, sobre saberse fuera de lugar, sobre problemas mentales....
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¿Quién escribió la saga?