Algo más que vecinos de Isabel Keats
—¿Tú crees que te miro con esa expresión tan desaprobadora? —Por supuesto que sí. Siempre me has mirado como si fuera un insecto en tu camino al que no pisabas por mera cortesía. |
Algo más que vecinos de Isabel Keats
—¿Tú crees que te miro con esa expresión tan desaprobadora? —Por supuesto que sí. Siempre me has mirado como si fuera un insecto en tu camino al que no pisabas por mera cortesía. |
El sol sale por el oeste de Isabel Keats
Amor a primera vista. El mismo que cuando lo lees en una novela dices: Imposible. Pero lo es. Posible, me refiero. Desde entonces aunque haya tenido alguna que otra relación esporádica no he dejado de pensar en ti.
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Algo más que vecinos de Isabel Keats
La joven se le había metido tan dentro de la piel que ahora no había forma de saber qué parte de él era suya y cuál pertenecía a ella.
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Cuéntaselo a otra de Isabel Keats
Los amigos de los buenos tiempos, durante las tormentas, dejan que te ahogues
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Me vuelves loco de Isabel Keats
El lento despuntar del día, con los rayos de sol recién nacidos tiñendo poco a poco el océano y el cielo de tonos malvas, naranjas y amarillos, me pareció un espectáculo sobrecogedor y me prometí contemplarlo más a menudo.
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El sol sale por el oeste de Isabel Keats
No sabría decir por qué, pero cuanto más amable se mostraba el más manía le cogía yo.
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Escrito en las estrellas de Isabel Keats
El recién llegado parecía encantado con la novedad de dormir con un animal, así que le hizo una seña a Balu para que lo siguiera y los tres desaparecieron por una puerta al fondo del patio.
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Escrito en mis sueños de Isabel Keats
Estupefacta y dolorida, Luna recibió los dos primeros azotes con un grito sofocado, pero al ver que aquel hombre no tenía ninguna intención de detenerse, luchó con todas sus fuerzas en un vano intento por liberarse. Sin embargo, la azotaina continuó con la regularidad de las campanadas de un carrillón, sin que su verdugo prestara la menor atención a lágrimas ni sollozos. |
Nunca es tarde de Isabel Keats
Debía reconocer que se había sentido atraída por el profesor de literatura desde el instante en que se lo presentó una de sus colegas. Desde entonces, él había perdido bastante peso y se le veía más en forma, lo que le hacía aún más seductor. Por desgracia, era consciente de que Thomas Baker jamás sentiría la misma atracción por una persona como ella; a esas alturas de su vida, Nancy Newman no se engañaba sobre el alcance de sus encantos.
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Nunca es tarde de Isabel Keats
(…) Cuando no la conocías bien, la señora Newman daba la sensación de ser una persona culta, inteligente, con mucho sentido del humor y muy divertida; sin embargo, a la larga, uno se daba cuenta de que no era más que una entrometida sabelotodo.
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Nunca es tarde de Isabel Keats
(…) Te juro, Georgina, que hay veces que me da miedo pensar hasta qué punto mi felicidad depende de ti. —Al ver sus propios temores reflejados en los cándidos ojos verdosos que brillaban llenos de sinceridad, la detective, incapaz de resistirlo más, tomó su rostro entre las manos y depositó un apasionado beso en aquellos labios firmes que tenían el poder de enloquecerla.
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Nada más verte de Isabel Keats
A pesar de su tono sereno y de que nada en sus delicadas facciones ni en la historia que acababa de contar dejaba traslucir ninguna emoción, Stephen se dio cuenta de que la detective Taylor no había tenido una vida fácil. Observó su bonito rostro, tan cerca del suyo, y sintió ganas de cogerla entre sus brazos, apretarla contra su pecho y protegerla del mundo. Sin embargo, sabía que Georgina Taylor era muy capaz de cuidarse sola y lo más probable era que lo rechazara, dándole de paso un puñetazo en la boca. Ahora entendía esa actitud fría, casi indiferente, de la que hacía gala en algunas ocasiones, su feroz independencia y su reluctancia a mostrar sus sentimientos.
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Nada más verte de Isabel Keats
(…) Stephen Allen podía llegar a ser un hombre muy atractivo. Su figura, a pesar de que él se empeñaba en ocultarla bajo esas chaquetas deformes y pasadas de moda, era imponente y su rostro de rasgos fuertes, con su nariz larga y recta y su mandíbula cuadrada, resultaba muy masculino. Desde luego, era una pena que el tipo se disfrazara de fantoche, se dijo. (…) |
Nada más verte de Isabel Keats
(…) le parecía increíble que Stephen Allen fuera tan sumamente educado como para ser incapaz de mandarla a paseo. Definitivamente, el profesor no se parecía en nada a los hombres que había conocido hasta entonces.
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Nada más verte de Isabel Keats
(…) Stephen la soltó y se metió en su cuarto. Con un movimiento compulsivo abrió y cerró varias veces la mano; las yemas de los dedos todavía le cosquilleaban después de haber tocado aquella suave piel.
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Nada más verte de Isabel Keats
—Mira, Amanda, voy a ser completamente sincera contigo —afirmó Georgina en cuanto se calmó un poco—. Si tu hermano no me pareciera el hombre más anticuado y con el peor corte de pelo que he visto en mi vida; si no pensara que la ropa deforme que lleva parece salida de un museo; si a pesar de todo eso me hubiera enamorado con locura de él, aun así, sé que no tendría la menor posibilidad... ¡Cada vez que me mira parece que estuviera chupando un limón!
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Cuéntaselo a otra de Isabel Keats
-¡Déjeme, déjeme! Lo mejor es que se mantenga lo más alejado posible de mi.¡Es usted el imán de las desgracias, doctor Echevarria, el iceberg del Titanic, el incendio del Hindemberg...¡Vade retro, Satanás!- Sin apartar la vista del médico, como si esperase un nuevo ataque de un momento a otro, Inés caminó de espaldas haciendo la señal de la cruz con los dedos y, en cuanto llego a su viviendo, se metió dentro y dentro de un portazo
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Patas de alambre de Isabel Keats
- Lucas tenía una teoría bastante descabellada... Nina interrumpió, un poco perturbada, pero él la apremió para que continuara: - Sigue por favor. No te detengas. ¿Qué teoría tenía mi hermano? - Decía que eras tan borde conmigo porque en el fondo te gustaba. Absurdo ¿verdad? |
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