Las edades de Lulú de Almudena Grandes
Él volvió a reclinarse contra el asiento, me miró, y yo me di cuenta de que el mundo se estaba viniendo abajo, el mundo se me estaba viniendo abajo.
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Las edades de Lulú de Almudena Grandes
Él volvió a reclinarse contra el asiento, me miró, y yo me di cuenta de que el mundo se estaba viniendo abajo, el mundo se me estaba viniendo abajo.
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El corazón helado de Almudena Grandes
Muy buen texto, Almudena Grandes vuelve a brindarnos una novela atractiva con buen pulso narrativo. y excelente ambientación.
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Estaciones de paso de Almudena Grandes
Las voces se interpelaban, se cabalgaban y se increpaban con un acento siempre chillón de indignación o de burla, llegaban a mis oídos muy amortiguadas, como la banda sonora de una pesadilla de otro.
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Los aires difíciles de Almudena Grandes
Se besaron durante mucho rato sin dejar de mirarse, como si los dos pudieran adivinar al mismo tiempo lo raro y lo bueno que cada uno de ellos era para el otro.
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Malena es un nombre de tango de Almudena Grandes
Se levantó con brusquedad y se volvió para mirarme, y en aquel instante comprendí con una aterradora precisión que hasta entonces mi vida no había sido otra cosa que su ausencia.
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Los besos en el pan de Almudena Grandes
Pero los españoles, que durante muchos siglos supimos ser pobres con dignidad, nunca habíamos sabido ser dóciles.
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Los besos en el pan de Almudena Grandes
Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, ¿Sabes? Pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla.
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Castillos de cartón de Almudena Grandes
Estábamos en 1984, teníamos veinte años, el mudo todavía caminaba hacia delante, Madrid era el mundo y yo estaba en el medio, dispuesta a tragármelo sin tomarme la molestia de masticar antes de cada bocado.
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Castillos de cartón de Almudena Grandes
Nos enceramos en castillos de cartón, una fortaleza fragilísima y sólida al mismo tiempo como una roca, como había sido una vez la ecuación perfecta de nuestros cuerpos impares, que nos había dado más de lo que habíamos tenido nunca.
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Castillos de cartón de Almudena Grandes
Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta.
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Castillos de cartón de Almudena Grandes
Nos enceramos en castillos de cartón, una fortaleza fragilísima y sólida al mismo tiempo como una roca, como había sido una vez la ecuación perfecta de nuestros cuerpos impares.
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Las tres bodas de Manolita de Almudena Grandes
Con el tiempo comprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento. Para las mujeres de Cuelgamuros la felicidad era una consigna, el grito mudo que recordaba a los de abajo, día tras día, que su victoria no había sido bastante para acabar con nosotras
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¿En qué ciudad nació Almudena Grandes?