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Simbad el marino de Anónimo
Los países son verdaderas maravillas escondidas, que únicamente se revelan al audaz que llega hasta sus puertas y las abre.
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Calificación promedio: 5 (sobre 461 calificaciones)
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Simbad el marino de Anónimo
Los países son verdaderas maravillas escondidas, que únicamente se revelan al audaz que llega hasta sus puertas y las abre.
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La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Sentí contraerse toda tu carne bajo mi lengua, y cuando mi dedo entró más adentro, una crispación de placer me hizo comprender que el goce era inminente. Quise darte la ilusión de no ser ya una mujer, y me pegué a tus trémulas nalgas, estrechándote con el brazo que tenía libre, mientras con un dedo impaciente hurgaba en tu carne secreta. ¿Está ahí lo que quieres, lo que buscas? ¿Olvidas mi sexo? ¿Tan vicioso eres, amado querido, tan vicioso como para gozar al creerme un hombre? Tienes razón, amado, es una sensación extraña a de una posesión semejante, y no me disgustaría si fuera eso lo que secretamente piensas. Si puedo darte el mismo placer, mejor, y a mí me excita imaginar que te tomo. Gozo con frenesí cuando me siento sobre ti. ¿Qué quieres que encuentre para darte una mayor ilusión de realidad? ¿Existe alguna manera de suplir mis propios medios para hacerte gozar? Indícamela. Guíame. Te seguiré ciegamente.
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La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Buceando en mi carne con tu lengua ávida, maltratando mis nalgas con tus dedos impacientes, fuiste tal y como te recordaba, allá en mi aislamiento. Eras tú de verdad otra vez, mi amante querido. ¿Fueron mis caricias lo bastante dulces? ¿Fueron las que deseabas en secreto, o te defraudé? Sin embargo, creí sentir en tu carne íntima un estremecimiento de placer, cuando mi lengua entraba muy muy suavemente en las nalgas que tú me ofrecías. Tu polla se endurecía, trémula, a medida que mi caricia se iba haciendo más ardiente. Y si te gusta la caricia perversa que te di, siempre sabré prodigártela con el mismo ardor. Des luego, fue exquisito sentir en mi culo ese miembro impresionante mientas se abatían sobre mí latigazos. Pero la próxima vez, si quieres, puesto que jamás has de poseerme de forma normal y corriente, probaremos por esa vía, imaginaremos posturas imprevistas. |
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La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
¡Cómo expresarte mi felicidad al sentir entre mis muslos tu cabeza morena! Tus labios me chupan el jugo hasta la última gota, pues sabes chuparme tan bien que, pese al dolor de los goces sucesivos, no tengo voluntad para arrancarlos de mi botón enhiesto. Si mi caricia pudiera hacerte feliz, te la prodigaría con amor, pues para mí nada hay más dulce que sentir tu carne en mis labios. Esta noche pensaré en ti. Reviviré en mi mente y en mis sueños nuestros extravíos. Quisiera volver a vivir la ardiente sensación de tu esperma sobre mi piel. Es inolvidable, y ese gesto perverso se me ha grabado para siempre en la memoria. Ahora ya, cuando piense en ti, siempre te veré masturbándote ensa soberbia polla con un ardor que sólo se asemeja al ardor con el que yo he contemplado tan sugerente imagen. |
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La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Mientras tu lengua lleva a cabo su diabólica tarea, me metes dos dedos en el culo, y yo ya no siento sino goce. Gimes de placer por esa orgía, mi boca aprieta con más fuerza tus huevos, mi mano se crispa en tu polla, y suplico piedad. ¿Al cabo de cuánto tiempo? Nadie sabría decirlo. Me he quedado sin fuerzas, extenuada, pero tú aún no estás satisfecho en absoluto y me clavas en el coño el miembro formidable. Toma, amado mío, mira, mira. Esto es lo que hago cuando estoy sola, y mi deseo de ti es demasiado intenso. El miembro entra y sale, va y viene en mi carne palpitante. Me follo ante tus ojos. Me metes un dedo en el culo, y luego otro, y yo me acaricio el botoncito mientras mi lengua entra en tu culo, hasta el fondo. Chupo con pasión ese culo adorable. |
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Lazarillo de Tormes de Anónimo
¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!
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La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Nada más cerrar la puerta, me abres los brazos, y yo me acurruco en ellos temblando de deseo y de amor. Tu boca se une a la mía en un beso sin fin que nos embriaga a ambos. Tu mano se desliza despacio hacia mis muslos, mientras yo busco tu polla, que ya yergue un poco su altiva cabeza. Descubres por fin el agujerito que tanto te gusta, y tu dedo tenaz me penetra mientras yo te masturbo la polla, y mi mano busca cogerte los huevos para acariciarlos con ternura. Con nuestros labios unidos, seguimos abrazados el uno al otro, y poco a poco crece el deseo, más imperioso.
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La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Quiero volver a disfrutar de esos minutos apasionados de nuestro último encuentro... El recuerdo de esas caricias me turba extrañamente, y quiero revivir en tus brazos las sensaciones tan maravillosas que sabes darme. Amado mío, quiero que me ames con todo el ardor de tu deseo, quiero que me hagas gozar apasionadamente con tus abrazos perversos. Amado querido, dime que, como yo, quieres vivir otra vez esas caricias, dime que eres feliz entre mis brazos, muy feliz, y que me amas...
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Lazarillo de Tormes de Anónimo
!Oh, Señor mío -dije yo entonces-, a cuánta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nascidos y cuán poco turan los placeres desta nuestra trabajosa vida! Pág. 38. |
¿Por qué decidió el Principito dejar su planeta?