La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Buceando en mi carne con tu lengua ávida, maltratando mis nalgas con tus dedos impacientes, fuiste tal y como te recordaba, allá en mi aislamiento. Eras tú de verdad otra vez, mi amante querido. ¿Fueron mis caricias lo bastante dulces? ¿Fueron las que deseabas en secreto, o te defraudé? Sin embargo, creí sentir en tu carne íntima un estremecimiento de placer, cuando mi lengua entraba muy muy suavemente en las nalgas que tú me ofrecías. Tu polla se endurecía, trémula, a medida que mi caricia se iba haciendo más ardiente. Y si te gusta la caricia perversa que te di, siempre sabré prodigártela con el mismo ardor. Des luego, fue exquisito sentir en mi culo ese miembro impresionante mientas se abatían sobre mí latigazos. Pero la próxima vez, si quieres, puesto que jamás has de poseerme de forma normal y corriente, probaremos por esa vía, imaginaremos posturas imprevistas. |