La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Sentí contraerse toda tu carne bajo mi lengua, y cuando mi dedo entró más adentro, una crispación de placer me hizo comprender que el goce era inminente. Quise darte la ilusión de no ser ya una mujer, y me pegué a tus trémulas nalgas, estrechándote con el brazo que tenía libre, mientras con un dedo impaciente hurgaba en tu carne secreta. ¿Está ahí lo que quieres, lo que buscas? ¿Olvidas mi sexo? ¿Tan vicioso eres, amado querido, tan vicioso como para gozar al creerme un hombre? Tienes razón, amado, es una sensación extraña a de una posesión semejante, y no me disgustaría si fuera eso lo que secretamente piensas. Si puedo darte el mismo placer, mejor, y a mí me excita imaginar que te tomo. Gozo con frenesí cuando me siento sobre ti. ¿Qué quieres que encuentre para darte una mayor ilusión de realidad? ¿Existe alguna manera de suplir mis propios medios para hacerte gozar? Indícamela. Guíame. Te seguiré ciegamente.
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