Cantar de mio Cid de Anónimo
¡Ya, Campeador, en buena hora ceñisteis espada! De Castilla os vais para las gentes extrañas; Así es vuestra ventura, grandes son vuestras ganancias. |
Cantar de mio Cid de Anónimo
¡Ya, Campeador, en buena hora ceñisteis espada! De Castilla os vais para las gentes extrañas; Así es vuestra ventura, grandes son vuestras ganancias. |
Simbad el marino de Anónimo
Los países son verdaderas maravillas escondidas, que únicamente se revelan al audaz que llega hasta sus puertas y las abre.
|
|
Hija de la Frontera de Anónimo
En las historias reales, cuando llegaba lo malo, de nada servía todo lo bueno. Cuando llegaban los malos tiempos, los buenos, los mejores, resultaban ser la mentira perfecta que nos habíamos contado a nosotros mismos. Para jugar a que fuimos felices alguna vez. Para creernos que merecía la pena vivir por algo.
|
Lazarillo de Tormes de Anónimo
¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!
|
Lazarillo de Tormes de Anónimo
Pasemos como podamos, y mañana, venido el día, Dios hara merced; porque yo por estar solo, no tengo provisiones
|
Lazarillo de Tormes de Anónimo
!Oh, Señor mío -dije yo entonces-, a cuánta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nascidos y cuán poco turan los placeres desta nuestra trabajosa vida! Pág. 38. |
Cantar de mio Cid de Anónimo
Afuera, afuera, Rodrigo, el soberbio castellano, acordársete debría de aquel buen tiempo pasado cuando fuiste caballero en el altar de Santiago. Cuando el Rey fue tu padrino, tú, Rodrigo, el afijado; mi padre te dio las armas, mi madre te dio el caballo, yo te calcé las espuelas por que fueras más honrado; pensé de casar contigo, no lo quiso mi pecado |
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Qué más puedo decirte, amor mío querido, sino que creo soñar cuando pienso en todo lo que constituye "nuestro amor".
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Quiero volver a disfrutar de esos minutos apasionados de nuestro último encuentro... El recuerdo de esas caricias me turba extrañamente, y quiero revivir en tus brazos las sensaciones tan maravillosas que sabes darme. Amado mío, quiero que me ames con todo el ardor de tu deseo, quiero que me hagas gozar apasionadamente con tus abrazos perversos. Amado querido, dime que, como yo, quieres vivir otra vez esas caricias, dime que eres feliz entre mis brazos, muy feliz, y que me amas...
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Lejos de ti, mi ser entero te pertenecerá pese a todo, y reviviré en mi pensamiento todas nuestras horas de amor. Sacaré de mis recuerdos la paciencia necesaria para esperar serena tu regreso, mas no creo que lo consiga [...]
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
A veces tengo miedo de amarte demasiado. Vivo en la angustia perpetua de perderte. Sufro cuando no estás conmigo.
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Buceando en mi carne con tu lengua ávida, maltratando mis nalgas con tus dedos impacientes, fuiste tal y como te recordaba, allá en mi aislamiento. Eras tú de verdad otra vez, mi amante querido. ¿Fueron mis caricias lo bastante dulces? ¿Fueron las que deseabas en secreto, o te defraudé? Sin embargo, creí sentir en tu carne íntima un estremecimiento de placer, cuando mi lengua entraba muy muy suavemente en las nalgas que tú me ofrecías. Tu polla se endurecía, trémula, a medida que mi caricia se iba haciendo más ardiente. Y si te gusta la caricia perversa que te di, siempre sabré prodigártela con el mismo ardor. Des luego, fue exquisito sentir en mi culo ese miembro impresionante mientas se abatían sobre mí latigazos. Pero la próxima vez, si quieres, puesto que jamás has de poseerme de forma normal y corriente, probaremos por esa vía, imaginaremos posturas imprevistas. |
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Nada más cerrar la puerta, me abres los brazos, y yo me acurruco en ellos temblando de deseo y de amor. Tu boca se une a la mía en un beso sin fin que nos embriaga a ambos. Tu mano se desliza despacio hacia mis muslos, mientras yo busco tu polla, que ya yergue un poco su altiva cabeza. Descubres por fin el agujerito que tanto te gusta, y tu dedo tenaz me penetra mientras yo te masturbo la polla, y mi mano busca cogerte los huevos para acariciarlos con ternura. Con nuestros labios unidos, seguimos abrazados el uno al otro, y poco a poco crece el deseo, más imperioso.
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Sentí contraerse toda tu carne bajo mi lengua, y cuando mi dedo entró más adentro, una crispación de placer me hizo comprender que el goce era inminente. Quise darte la ilusión de no ser ya una mujer, y me pegué a tus trémulas nalgas, estrechándote con el brazo que tenía libre, mientras con un dedo impaciente hurgaba en tu carne secreta. ¿Está ahí lo que quieres, lo que buscas? ¿Olvidas mi sexo? ¿Tan vicioso eres, amado querido, tan vicioso como para gozar al creerme un hombre? Tienes razón, amado, es una sensación extraña a de una posesión semejante, y no me disgustaría si fuera eso lo que secretamente piensas. Si puedo darte el mismo placer, mejor, y a mí me excita imaginar que te tomo. Gozo con frenesí cuando me siento sobre ti. ¿Qué quieres que encuentre para darte una mayor ilusión de realidad? ¿Existe alguna manera de suplir mis propios medios para hacerte gozar? Indícamela. Guíame. Te seguiré ciegamente.
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Mientras tu lengua lleva a cabo su diabólica tarea, me metes dos dedos en el culo, y yo ya no siento sino goce. Gimes de placer por esa orgía, mi boca aprieta con más fuerza tus huevos, mi mano se crispa en tu polla, y suplico piedad. ¿Al cabo de cuánto tiempo? Nadie sabría decirlo. Me he quedado sin fuerzas, extenuada, pero tú aún no estás satisfecho en absoluto y me clavas en el coño el miembro formidable. Toma, amado mío, mira, mira. Esto es lo que hago cuando estoy sola, y mi deseo de ti es demasiado intenso. El miembro entra y sale, va y viene en mi carne palpitante. Me follo ante tus ojos. Me metes un dedo en el culo, y luego otro, y yo me acaricio el botoncito mientras mi lengua entra en tu culo, hasta el fondo. Chupo con pasión ese culo adorable. |
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Fui feliz, tan feliz... Sentía crecer en ti el deseo. Tus ojos tenía ese extraño destello que me fascina y me turba, y qué aire victorioso el tuyo cuando me atabas las manos... Yo jadeaba expectante, esperaba esa prueba con toda la fuerza de mi amor. No quería defraudarte. ¿Lo conseguí, amor mío? Sufría, desde luego, bajo tus latigazos, pero ¿no sentía acaso la caricia de tus labios sobre mis nalgas doloridas?
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
¡Cómo expresarte mi felicidad al sentir entre mis muslos tu cabeza morena! Tus labios me chupan el jugo hasta la última gota, pues sabes chuparme tan bien que, pese al dolor de los goces sucesivos, no tengo voluntad para arrancarlos de mi botón enhiesto. Si mi caricia pudiera hacerte feliz, te la prodigaría con amor, pues para mí nada hay más dulce que sentir tu carne en mis labios. Esta noche pensaré en ti. Reviviré en mi mente y en mis sueños nuestros extravíos. Quisiera volver a vivir la ardiente sensación de tu esperma sobre mi piel. Es inolvidable, y ese gesto perverso se me ha grabado para siempre en la memoria. Ahora ya, cuando piense en ti, siempre te veré masturbándote ensa soberbia polla con un ardor que sólo se asemeja al ardor con el que yo he contemplado tan sugerente imagen. |
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Te amo, te amo loca, ardidamente, te amor con mi corazón, te amo con mi carne y mis sentidos apasionados. Lejos de ti o a tu lado no soy sino deseo, y cuando te tengo entre mis brazos, respirando el perfume embriagador de tu cuerpo maravilloso, quisiera cerrarlos para siempre sobre mi tesoro, mi felicidad. En ese instante, con la caricia de tus labios, siento crecer en mí toda la ardiente pasión que supiste inspirarme y que se aviva cada día que pasa.
|
La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
¡Qué hermoso estabas esa mañana, listo para violar salvajemente esa carne que se te ofrecía! De pronto te abalanzaste sobre mí. Tus dedos se imprimía en mis nalgas, que enrojecían bajo tu azote, y antes incluso de que tomara conciencia de tu audacia, con una embestida irresistible me plantaste en el agujero oscuro del culo tu rabo enhiesto y duro que malhería en su ir y venir mi carne íntima.
|
La edad de la inocencia