Solo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste.
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Solo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste.
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"Con mucho gusto", dije delatando mis sentimientos, y pude notar que mi rápida aceptación te sorprendía, no sé si penosa o agradablemente; de cualquier forma, te vi algo sorprendido. Hoy comprendo bien tu sorpresa, hoy sé que entre las mujeres es costumbre, incluso cuando sienten un ardiente deseo, comenzar por negar, fingir temor o indignación; dejarse convencer por medio de súplicas conmovedoras, de mentiras, de juramentos y promesas. Hoy sé que acaso únicamente las profesionales del amor, las prostitutas, aceptan sin dudar tales invitaciones, y quizá también las niñas cándidas, las ingenuas adolescentes. Pero en mí -¿Cómo podías dudar de ello?- era únicamente la voluntad reconociéndose a sí misma, el deseo ardiente y contenido durante miles de días, que se manifestaba en un solo instante.
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Únicamente los niños solitarios pueden ir acumulando todos sus amores; los demás van gastando sus sentimientos en charlas mundanas; los van perdiendo en confidencias mutuas, pues han oído y leído mucho acerca del amor como un juguete, y de él se jactan como los chicos de su primer cigarrillo.
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Dentro de mí, en el rincón más escondido e inconsciente de mí misma, seguía latiendo mi sueño infantil. Quién podía saber si algún día me reclamarías a tu lado, ni que fuese por el corto espacio de tiempo de una hora. Y por esa única y posible hora renuncié a todo, sólo para quedarme libre para cuando tú te decidieras a llamarme por primera vez. ¡En qué se había basado toda mi existencia hasta el momento en que desperté de la infancia sino en una espera, siempre a la espera de tu voluntad!
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Uno siempre vuelve, pero entonces ya ha olvidado.
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También yo me olvidé de mí misma: ¿quién era yo, a tu lado y a oscuras
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Lo bueno no se olvida. A ti no te olvidaré jamás
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Sintió a la muerte y sintió un amor inmortal: algo le atravesó el alma y pensó en aquella mujer invisible, etérea y apasionada como el recuerdo de una lejana melodía.
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Fue como si alguien invisible hubiese abierto de repente la puerta y una fría corriente de otro mundo atravesara la habitación. Sintió cerca una muerte y un amor inmortal: algo se extendió por su alma, y se quedó pensando en la amante invisible, inmaterial y apasionada, como en una música lejana.
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(…) nada hay más terrible que la soledad entre la gente.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises