Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo sólo los trajes siguen siendo varones y mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que está a la vista.
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Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo sólo los trajes siguen siendo varones y mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que está a la vista.
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...Orlando estuvo por arrancarse los pelos, al ver que la persona era de su mismo sexo, y que no había posibilidades de un abrazo.
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El amor había sido para él un poco de aserrín y cenizas. Los goces que le había dado parecían infinitamente insípidos. Se asombraba de haberlos soportado sin bostezar. Mirándola se derretía el espesor de su sangre; el hielo se volvía vino en sus venas; oía correr las aguas y cantar los pájaros; brotaba la primavera sobre el duro paisaje invernal…
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La costurera es la Memoria, y por cierto bien caprichosa. La Memoria mete y saca su aguja, de arriba abajo, de acá para allá. Ignoramos lo que viene enseguida, lo que vendrá después. [...] De ahí que Orlando, al mojar su pluma en la tinta, viera la cara burlona de la princesa perdida.
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"Es un hecho curioso que, aunque los seres humanos tengan unos medios de comunicarse tan imperfectos, que sólo puedan decir -está para comérselo- cuando desean decir -bello-, y viceversa, prefieren pasar por ridículos y por incomprendidos antes que guardarse para sí mismos sus experiencias."
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"Tiene razón el filósofo cuando dice que sólo el grosor del filo de una navaja separa la felicidad de la melancolía; y opina aún que la una es hermana gemela de la otra; y saca de esto la conclusión de que todos los sentimientos entremos son aliados de la locura."
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Una mujer sabe muy bien que, por más que un hombre de ingenio le envíe sus poemas, alabe su juicio, solicite su opinión y se beba su té, eso no significa en modo alguno que respete sus opiniones, admire su entendimiento o llegado el caso deje de atravesarla, si le está negado el acero, al menos con su pluma.
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La conversación más vulgar es a menudo la más poética, y la más poética es precisamente la que no se puede escribir.
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Es todo una ilusión (nada que objetar, pues las ilusiones son las más valiosas y necesarias de las cosas, y la mujer que puede crear una está entre los mayores benefactores de la humanidad), pero como es bien conocido que las ilusiones se hacen añicos al colidir con la realidad, ni la felicidad real ni el ingenio real ni la profundidad real se toleran donde prevalece la ilusión.
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El hombre mira el mundo de frente, como si estuviera hecho para su conveniencia y aderezado a su gusto. La mujer le lanza una mirada de soslayo, llena de sutileza, de suspicacia incluso. Si los dos hubieran vestido la misma ropa, es posible que su manera de pensar hubiera sido también la misma. Tal es el parecer de algunos filósofos que no dejan de ser sabios, pero en conjunto nosotros nos inclinamos por otro. Felizmente, la diferencia entre los sexos es una diferencia de gran hondura. La ropa no es sino un símbolo de algo escondido muy adentro.
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Su nombre de nacimiento es: