La plaza del diamante

Esta novela escrita por Mercè Rodoreda es una de las mejores novelas catalanas de posguerra.

La novela cuenta la vida de Natalia, La Colometa, en la Barcelona de los años 30. Está narrada en primera persona con una magnífica sencillez y una sensibilidad asombrosa.

Natalia deja a su primer novio, Pere, por el Quimet, quien la conquista hasta casarse con ella. La sociedad machista y patriarcal de la época acabará con los sueños de Natalia y tendrá que encargarse de la casa y de sus hijos así como de cumplir los caprichosos deseos de su marido. Mientras tanto él vagueará con los amigos y se meterá en negocios que no le llevan a nada, lo que llevará a trabajar a Natalia hasta la llegada de la II República y la Guerra Civil, donde todo su destino cambiará.

La vida le dará muchos golpes, la castigará duramente pero también la obligará a salir a flote.

Es una novela increíble que destaca por su sensibilidad y humildad con un estilo sencillo, tal y como es La Colometa.

Este libro es un homenaje a todas esas mujeres que han luchado y sufrido tanto y, aun así, han salido adelante. Por eso y más, gracias Rodoreda por mostrarnos la vida real de todas aquellas que sufrieron y lucharon y no un bando u otro de la guerra.

Rodoreda es una gran escritora pero también es una de las más olvidadas y menos (re)conocidas de nuestro país.

Si algo sabemos a ciencia cierta es que, en los momentos más difíciles de nuestra historia, las mujeres como nuestras abuelas y madres, se echaron a su familia a la espalda y fueron capaces de sacarlas adelante con tesón. Y la protagonista de “La plaza del Diamante” (@edhasa_libros_con_historia), de #MercéRodoreda -considerada la escritora contemporánea en lengua catalana más influyente-, es un ejemplo de aquellas mujeres que les tocó vivir en la España de extrema pobreza y dureza de mediados del siglo XX.

La historia de Natàlia comienza con el primer encuentro en la plaza del Diamante, en el popular barrio de Gràcia de Barcelona, del que se convertirá en su marido, Quimet, y sigue con el relato en primera persona por parte de ella del noviazgo, posterior matrimonio y la convivencia de la pareja. “Colometa” (Palomita, en catalán), apodo cariñoso de su marido pero que anula su nombre original y parte de su identidad, lleva una vida anodina, siempre a la rémora de Quimet, que es quien lo decide todo, pero dejándole las tareas propias de la mujer: la casa y los hijos.

Publicado originalmente en 1962 en catalán, esta historia es también un retrato de Barcelona en una época llena de esperanza -la de la Segunda República-, los posteriores años y dificultades de la Guerra Civil en la que Colometa se verá desamparada y la miseria de la posguerra hasta llegar los años cincuenta.

Esta mujer humilde, resignada y sometida al mandato de género de la época demostrará su fuerza y valor para ser el sostén y sacar adelante a su familia. Una mujer, como tantas otras, que conseguirá superar todas las pruebas y llegar a la madurez, dejándose pese a ello su juventud en el proceso, para alcanzar, finalmente, su propia libertad. Es al final de la novela -emotivo y esperanzador- cuando Natàlia -y nunca más Colometa- regresa después de muchos años a la plaza del Diamante y con un grito desgarrador libera toda la opresión y frustración contenida durante tantos años.
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Es una joya este libro, la historia de Natalia, a la que su primer amor apoda Colometa, una mujer sufrida como ninguna, una vida durísima que refleja una realidad que así lo fue. Me gustó mucho el final tan esperanzador. Tan duro y bello como el diamante del título, la belleza de lo simple y puro.

Un mes me ha llevado leer "La plaza del diamante". En todo este tiempo, que ha sido mucho o poco según se mire, he echado de menos tener más oportunidades para leer. Sin embargo los momentos que compartí con Natalia fueron tan intensos que me hicieron llorar por ella y no quitarme de la cabeza la angustia y la felicidad que a ratitos fluía de sus palabras. Para mí ha sido una novela redonda, llena de melancolía, de cosas bonitas y muy feas. Una historia cercana que pudo ser la de muchas Natalia: una mujer sencilla, apocada y aparentemente frágil que se deja llevar por la vida hasta que en algún momento explota. Mi primer contacto con Rodoreda en la #lecturatribujunio no ha podido ser mejor.

Una novela costumbrista, narra la historia de una mujer durante la 2ª República, guerra civil y postguerra, en Barcelona. No es ninguna historia extraordinaria, y eso es lo que la hace excepcional, es la historia de millones de mujeres, ninguneadas, despreciadas, humilladas y sometidas. Que además no entendían otra forma de vida. Esta “normalidad” es lo que la hace tan creíble y desgarra tanto.
Está llena de simbolismos, probablemente para superar la censura, ya que Rodoreda escribe esta novela desde el exilio en 1962.
Temas como la maternidad, la hambruna durante la guerra y posguerra y el matrimonio, se tratan desde la cotidianidad, a veces angustiosa pero absolutamente real.

Esta es la historia de Natalia, una joven y humilde barcelonesa. En el momento en el que la conocemos, aún es una adolescente que vive los últimos años “buenos” antes de la inevitable guerra civil española. Tiene a sus amigos y a su noviete, todo parece que marcha bien, que su única preocupación es casarse, formar una familia y hacerse con una buena casa donde criar a sus futuros hijos. Pero aparece en escena Quimet, el joven que conseguirá robarle el corazón; así que nada, deja al otro chiquillo y decide empezar una vida junto a él. Una decisión crucial. Quimet, desde el minuto uno, la bautiza con el apodo de Colometa, su nuevo nombre. Natalia deja de existir para dar paso a esta nueva mujer, quien será una sombra de lo que fue. Vive como cree que debe, hace lo que considera correcto, cuida de su marido, tiene hijos, lleva la casa, intenta que todo esté en orden y limpio, a pesar del nido de palomas que debe aguantar en el tejado (idea de su querido marido)… Vamos, todo un chollo. Se suceden los años, llega la guerra civil y Quimet deja el hogar como tantos otros. Penurias, hambre, supervivencia en estado puro…, un ambiente nada acogedor que consigue una verdadera evolución de nuestra Colometa. Ya no es aquella niña sino una mujer con arrugas, con experiencia y con una fuerza que no sabía que tenía...
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Es increíble cómo en un libro que supera las 200 páginas por poco, te puede llegar tanto al corazón poniéndote en la piel de la protagonista, que nos muestra ese retrato tan real de lo que fue la vida en la posguerra.

A pesar de que el testimonio que se cuenta es ficticio, no deja de presentar la cruda realidad de todas aquellas mujeres que vivieron la guerra y posguerra al servicio de la institución de la familia despersonalizándose; recordándome a esas historias de conocidas que me contaba mi abuela y las propias que vivió ella. Y desde luego creo que es un título que merece un mayor reconocimiento general

En definitiva, ha sido la primera vez leyendo a esta autora pero seguro que no la última

No sabía qué me iba a encontrar cuando empecé a leer La plaza del diamante, de Mercé Rodoreda. Era de esos libros, que aunque gente cercana me había hablado maravillas de él, no me atraía nada. Qué pena no haber llegado a él antes. Qué equivocada estaba mi yo del pasado.

La plaza del diamante es la historia de Natalia, la Colometa, una mujer que pierde su identidad y se ve desde el inicio arrastrada por las decisiones de los demás; una mujer que no es dueña de su propio destino. Pero no se presenta en la novela como una víctima, sino como una luchadora, que se mantiene silencioamente en la retaguardia, sacrificándose por salvar su vida y la de sus hijos.

El relato de Rodoreda te encoge el corazón de principio a fin. Es una obra de una brillantez y una humildad exquisita. Es una reivindicación feminista. Rodoreda visibiliza la sumisión y la opresión de las mujeres y la crudeza con la que muchas de éstas vivían en la guerra y en la posguerra. El relato es tan conmovedor y está escrito de una manera tan poética que nos genera la sensación de estar charlando con la protagonista de nuestra historia. Esto nos acerca a ella todavía aún más, es inevitable empatizar con su dolor.

Es una historia cruda, triste. He tenido muchas ganas de abrazar a la Colometa. de abrazarla y no soltarla nunca. Un abrazo a todas las que hemos sido la Colometa alguna vez en la vida.

Leí este clásico de la literatura catalana en el instituto y me encantó. Desde entonces, he recurrido a él en más de una ocasión (la última en 2023).

La plaça del Diamant se contextualiza en la Barcelona de la Guerra Civil y la Posguerra, y su protagonista – Natàlia - es una joven ingenua, reservada y maleable que tras asistir a la verbena que se celebra bajo la carpa de la Plaça del Diamant, en el barrio de Gràcia, conoce al impulsivo y persuasivo Quimet.

Desde ese momento, Quimet va tomando todas las decisiones que afectan a ambos, mientras Natàlia va perdiendo su identidad para convertirse en la Colometa, resignándose a vivir una vida que no le hace feliz, que la obliga a sobrevivir y a ser testigo de una época especialmente difícil.

En realidad, poco tengo que aportar después de todo lo que ya se ha escrito sobre esta obra traducida a más de treinta idiomas, así que me limitaré a describir su narrativa como sentimental y poética, llena de detalles descriptivos y psicológicos que atrapan y conmueven.

La Plaça del diamant es una novela formidable que reflexiona sobre la identidad personal y política, la maternidad, los conflictos bélicos, el machismo, el paso del tiempo y la liberación ❤

“La plaza del diamante” es una novela bella y triste. La voz que nos cuenta su vida, la de aquella Natalia joven en la fiesta de la Plaza del Diamante, luego la Colometa del Quimet, después Natalia de nuevo, ya mayor, en la misma plaza, es de una sencillez poética conmovedora, casi naif, una voz que solo puede surgir de una sensibilidad innata que las circunstancias impidieron un florecimiento mayor.

“En casa vivíamos sin palabras y las cosas que yo llevaba por dentro me daban miedo porque no sabía si eran mías…”

Quimet encontró a una Natlia que no había empezado a ser, que no “sabía muy bien para qué estaba en el mundo”.

“Mi madre muerta hacía años y sin poder aconsejarme y mi padre casado con otra. Mi padre casado con otra y yo sin madre, que sólo había vivido para cuidarme. Y mi padre casado y yo jovencita y sola en la Plaza del Diamante...”

Por su parte, Natalia se vio deslumbrada por la vitalidad y la seguridad de Quimet, y este le metió a la Colometa en el cuerpo y como la Colometa vivió al lado de Quimet, sumisa y resignada ella, manipulador y controlador, él.

“Si quería ser su mujer tenía que empezar a encontrar bien todo lo que él encontraba bien.”

Una historia de violencia machista cuando no se sabía qué era eso de la violencia machista, en la que Quimet redujo la vida de su Colometa a sus propios amigos, a la señora Enriqueta, una segunda madre, y a sus hijos. Los acontecimientos del mundo exterior a ese reducido núcleo familiar solo aparecen en sus consecuencias, de pronto llega la república, de pronto llega la guerra, que ni se nombra como tal (“vino lo que vino, que parecía una cosa que tenía ser muy corta”), de pronto termina la guerra y Colometa tiene que sacar a su familia adelante con el estigma de ser la mujer de un rojo.

“…la señora Enriqueta me había dicho que teníamos muchas vidas, entrelazadas unas con otras, pero que una muerte o una boda, a veces, no siempre, las separaba, y la vida de verdad, libre de todos los lazos de vida pequeña que la habían atado, podía vivir como habría tenido que vivir siempre si las vidas pequeñas y malas la hubieran dejado sola.”

La historia de Colometa termina con un grito, “un grito de infierno”. Hay quién lo interpreta feliz, aunque… bueno, ustedes lo interpretarán como quieran, yo no soy de esa opinión.

“Un grito que debía hacer muchos años que llevaba dentro y con aquel grito, tan ancho que le costó mucho pasar por la garganta, me salió de la boca una pizca de cosa de nada, como un escarabajo de saliva… y aquella pizca de cosa de nada que había vivido tanto tiempo encerrada dentro, era mi juventud que se escapaba con un grito que no sabía bien lo que era…”