Lo importante no es la valía de la mujer sino la profundidad de ese estado; y que las emociones que nos procura una muchacha mediocre tal vez pueden permitirnos aflorar a nuestra conciencia partes más íntimas de nosotros mismos, más personales, más lejanas, más esenciales de lo que haría el placer que nos proporciona la conversación de un hombre superior o incluso la contemplación admirativa de sus obras
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