...Y a través de esta pena me parecía que la vida no tenía ya por meta la verdad, sino el cariño y que solo podía ser buena o mala en función de la felicidad o infelicidad de sus padres.
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...Y a través de esta pena me parecía que la vida no tenía ya por meta la verdad, sino el cariño y que solo podía ser buena o mala en función de la felicidad o infelicidad de sus padres.
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Para sufrir de verdad por una mujer, hay que haber creído completamente en ella
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Si la muerte hubiese debido golpearme en ese momento, me hubiera parecido indiferente o más bien imposible, porque la vida no estaba fuera de mí, estaba en mí; habría sonreído de conmiseración si un filósofo hubiera emitido la idea de que un día, incluso lejano, yo habría de morir, de que me sobrevivirían las fuerzas eternas de la naturaleza, las fuerzas de aquella naturaleza bajo cuyos pies divinos yo sólo era una mota de polvo; de que después de mí, ¡seguirían existiendo aquellos acantilados redondeados y abombados, aquel mar, aquel claro de luna, aquel cielo! ¿Cómo iba a ser posible, cómo iba a poder durar más el mundo que yo, si yo no estaba perdido en él, si era el mundo el que estaba encerrado en mí, en mí a quien él estaba muy lejos de llenar
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me fijé en la punta traviesa de su nariz, que yo había omitido cuando pensaba en ella los últimos días; bajo el pelo negro, la verticalidad de su frente se opuso, y no era la primera vez, a la imagen indecisa que yo había conservado, mientras con su blancura penetraba con fuerza en mis miradas; surgiendo del polvo del recuerdo, Albertine iba reconstruyéndose en mi presencia
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La presión de la mano de Albertine tenía una dulzura sensual que estaba como en armonía con la coloración rosada, levemente malva de su piel. Era una presión que parecía haceros penetrar en la muchacha, en la profundidad de sus sentidos, lo mismo que la sonoridad de su risa, a la manera no menos indecente de un arrullo de paloma o de ciertos gritos
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En la confrontación de nuestro recuerdo con la realidad nueva, lo que ha de marcar nuestra decepción o nuestra sorpresa es lo que aparecerá ante nosotros como el retoque de la realidad advirtiéndonos que no habíamos recordado bien
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Al principio de un amor, lo mismo que en su final, no estamos apegados de manera exclusiva al objeto de ese amor, sino que más bien el deseo de amar del que va a proceder (y más tarde el recuerdo que deja) vaga voluptuoso en una zona de encantos intercambiables
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A veces, una amable atención de ésta o de aquélla despertaba en mí amplias vibraciones que alejaban por un tiempo el deseo de las otras
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Los rasgos de nuestra cara apenas son otra cosa que gestos vueltos definitivos por el hábito
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Pero la adolescencia es anterior a la solidificación completa y de ahí viene que junto a las muchachas jóvenes sintamos esa impresión de frescor que sólo da el espectáculo de unas formas en cambio continuo, jugando en una oposición inestable que evoca esa perpetua recreación de los elementos primordiales de la naturaleza que contemplamos frente al mar
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¿En que año nació Marcel Proust?