El tiempo de que disponemos cada día es elástico; las pasiones que sentimos lo dilatan, las que inspiramos lo abrevian, y el hábito lo llena,
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El tiempo de que disponemos cada día es elástico; las pasiones que sentimos lo dilatan, las que inspiramos lo abrevian, y el hábito lo llena,
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Calma no puede haberla en el amor, porque lo que se ha conseguido nunca es otra cosa que un nuevo punto de partida para desear más.
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Mi padre nos propuso dejarnos a mi abuela y a mi en el teatro. Lo senti en la placita que precedia al teatro y cuyos desnudos castaños iban a brillar, unas horas después, con reflejos metálicos en cuanto los faroles de gas encendido iluminaran los detalles de su ramajes.
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…porque solo nosotros, por la creencia de quien tiene una existencia propia, podemos atribuir a ciertas cosas que vemos un alma que luego conservan y desarrollan dentro de nosotros…
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...Y a través de esta pena me parecía que la vida no tenía ya por meta la verdad, sino el cariño y que solo podía ser buena o mala en función de la felicidad o infelicidad de sus padres.
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Cierto que los rostros de todas ellas habían cambiado de sentido para mí desde que en cierta medida sus palabras me habían indicado la forma en que había que leerlas, palabras a las que podía atribuir un valor tanto mayor cuanto que, con mis preguntas, las provocaba a mi gusto y las hacía variar como un experimentador que exige de ciertas contrapruebas la verificación de sus suposiciones
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Para sufrir de verdad por una mujer, hay que haber creído completamente en ella
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Si la muerte hubiese debido golpearme en ese momento, me hubiera parecido indiferente o más bien imposible, porque la vida no estaba fuera de mí, estaba en mí; habría sonreído de conmiseración si un filósofo hubiera emitido la idea de que un día, incluso lejano, yo habría de morir, de que me sobrevivirían las fuerzas eternas de la naturaleza, las fuerzas de aquella naturaleza bajo cuyos pies divinos yo sólo era una mota de polvo; de que después de mí, ¡seguirían existiendo aquellos acantilados redondeados y abombados, aquel mar, aquel claro de luna, aquel cielo! ¿Cómo iba a ser posible, cómo iba a poder durar más el mundo que yo, si yo no estaba perdido en él, si era el mundo el que estaba encerrado en mí, en mí a quien él estaba muy lejos de llenar
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me fijé en la punta traviesa de su nariz, que yo había omitido cuando pensaba en ella los últimos días; bajo el pelo negro, la verticalidad de su frente se opuso, y no era la primera vez, a la imagen indecisa que yo había conservado, mientras con su blancura penetraba con fuerza en mis miradas; surgiendo del polvo del recuerdo, Albertine iba reconstruyéndose en mi presencia
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La presión de la mano de Albertine tenía una dulzura sensual que estaba como en armonía con la coloración rosada, levemente malva de su piel. Era una presión que parecía haceros penetrar en la muchacha, en la profundidad de sus sentidos, lo mismo que la sonoridad de su risa, a la manera no menos indecente de un arrullo de paloma o de ciertos gritos
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¿En que año nació Marcel Proust?