El tiempo de que disponemos cada día es elástico; las pasiones que sentimos lo dilatan, las que inspiramos lo abrevian, y el hábito lo llena,
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El tiempo de que disponemos cada día es elástico; las pasiones que sentimos lo dilatan, las que inspiramos lo abrevian, y el hábito lo llena,
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Calma no puede haberla en el amor, porque lo que se ha conseguido nunca es otra cosa que un nuevo punto de partida para desear más.
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…porque solo nosotros, por la creencia de quien tiene una existencia propia, podemos atribuir a ciertas cosas que vemos un alma que luego conservan y desarrollan dentro de nosotros…
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Los bienes cuya desaparición más tememos son los que quedan fuera de nosotros porque nuestro corazón no.se ha apoderados de ellos.
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Cierto que los rostros de todas ellas habían cambiado de sentido para mí desde que en cierta medida sus palabras me habían indicado la forma en que había que leerlas, palabras a las que podía atribuir un valor tanto mayor cuanto que, con mis preguntas, las provocaba a mi gusto y las hacía variar como un experimentador que exige de ciertas contrapruebas la verificación de sus suposiciones
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La juventud es magnífica, pero la mujer, en cuanto contrae matrimonio se convierte en mujer no deseable. La curte el tiempo, la obediencia al marido, el cuidado de los hijos, los chaparrones y tormentos.
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Las cosas de las que más se intenta huir son las que no conseguimos poder evitar,...
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Mientras tanto, Gilberta, aunque ya le habían dicho dos veces que fuera a prepararse para salir, seguía escuchando lo que decíamos, entre sus padres, apoyada mimosamente en el hombro de Swann. A primera vista advertíase marcadísimo contraste entre la señora de Swann, que era morena, y aquella chiquilla de pelo rojizo y el cutis dorado. Pero luego ya iba uno reconociendo en Gilberta muchos rasgos —por ejemplo, la nariz cortada con brusca e infalible decisión por el invisible escultor que trabaja con su cincel para varias generaciones—, gestos y movimientos de su madre; y valiéndonos de una comparación tomada a otro arte, podría decirse que se asemejaba a un retrato poco parecido de la señora de Swann, retrato que el pintor hubiese hecho, por un capricho de colorista, cuando Odette se disponía a salir para una cena de «cabezas disfrazadas», medio vestida de veneciana. Y como no sólo tenía una peluca rubia, sino que todo átomo sombrío había sido expulsado de su carne, que despojada de sus velos obscuros parecía aún más desnuda, cubierta sólo por los rayos que lanzaba un sol interior, el colorete era al parecer no cosa superficial, sino de carne; y Gilberta diríase que figuraba un animal fabuloso o que llevaba un disfraz de la Mitología. Aquel cutis rojizo era parecidísimo al de su padre, como si a la Naturaleza se le hubiera planteado el problema cuando tuvo que crear a Gilberta de ir reconstruyendo poco a poco a la señora de Swann, pero sin tener otra materia a su disposición que la piel de Swann. Y la naturaleza la había utilizado a perfección, como un buen constructor de arcones que quiere dejar a la vista el granillo y los nudos de la madera. Y así, en el rostro de Gilberta, en el rincón que formaba la nariz, perfectamente reproducido de su madre; la piel se hinchaba para conservar intactos los dos lunares de Swann. Era una nueva variedad de la señora de Swann, obtenida junto a ella, como una lila blanca junto a una lila violeta. Sin embargo, no hay que representarse la línea de demarcación entre los dos parecidos, el de su padre y el de su madre, como perfectamente definida.
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Una franja de cielo rojo encima del mar compacto y perfilado como gelatina de carne, y luego, de repente, sobre el mar ya frío y azul como el pez llamado mújol, el cielo del mismo rosa que uno de aquellos salmones que dentro de un rato habían de servirnos en Rivebelle reavivaban el placer que iba a tener mientras me vestía de frac para salir a cenar.
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Mi padre nos propuso dejarnos a mi abuela y a mi en el teatro. Lo senti en la placita que precedia al teatro y cuyos desnudos castaños iban a brillar, unas horas después, con reflejos metálicos en cuanto los faroles de gas encendido iluminaran los detalles de su ramajes.
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¿En que año nació Marcel Proust?