A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Algunos, demasiado jóvenes, agobiados por los pescozones que al pasar les daban los maitres d’hôtel, clavaban sus ojos melancólicos en un sueño lejano y sólo se consolaban si algún cliente del hotel de Balbec, donde habían trabajado en otro tiempo, los reconocía, les dirigía la palabra y les decía personalmente, cosa que los llenaba de orgullo, que retirasen aquel champán
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