Así somos las mentes creativas, desorganizadas por naturaleza. O eso solía decirme a mí misma para no admitir que era un desastre absoluto. (Pág. 24) |
Así somos las mentes creativas, desorganizadas por naturaleza. O eso solía decirme a mí misma para no admitir que era un desastre absoluto. (Pág. 24) |
Los libros siempre han sido mi refugio, los brazos en los que me escondía cuando todo iba mal. Sacar uno de la estantería, levantar la tapa y pasear la vista por la primera página, se asemeja a la emoción placentera de una bocanada de aire fresco después de una eternidad sin poder respirar. Son un antídoto contra la tristeza, la preocupación, el miedo, hasta para un corazón roto. Me atrevería a decir que lo curan todo si das con el texto adecuado. (Pág. 20) |
Los libros son porciones de felicidad, incluso los más tristes o los más aterradores pueden prestarte recuerdos que dibujarán una sonrisa en tu rostro. Los libros son tarde de invierno frente a una chimenea; mañanas de primavera en un parque; vacaciones de verano en un playa; paseos en otoño haciendo crujir las hojas secas bajo los pies. (Pág. 20) |
Los libros poseen un poder extraño, aunque no todo el mundo sabe apreciarlo. Durante un tiempo vivimos en ellos y más tarde ellos viven en nosotros. (Pág. 20) |
Los libros son como la vida, y es que al igual que esta, todos ellos encierran secretos. Son como cofres que esconden tesoros y verdades ocultas, esperando a que alguien los abra para lanzar al aire sus misterios. Palabras esculpidas en un mundo de ficción, talladas en un corazón real. (Pág. 19) |
Mi abuela solía decir que el tiempo es la única forma de medir con exactitud si una decisión ha sido un sabio acierto o una estupidez. Y tenía razón. Solo con el paso de los días, los meses, puede que incluso años, podemos saber si hicimos la elección correcta o no. (Pág. 13) |
El mundo es más bonito ahora. He logrado formar parte de él en lugar de permanecer en él. Hay una gran diferencia. En algún punto entendí que la vida es una secuencia de momentos que hay que vivir con todos los sentidos puestos en ellos, que no merecía la pena invertir tiempo y esfuerzo en aquello que no me hacía feliz.
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A veces los adultos tenemos miedo. Miedo a quedarnos solos, a sufrir y no saber qué hacer con ese sufrimiento. Nos aterra perder aquello que amamos y ese sentimiento no nos deja disfrutar del momento ni crear recuerdos que más adelante nos puedan dar algún consuelo. El miedo nos transforma en seres tristes y egoístas, nos deja ciegos ante las cosas hermosas que nos da la vida.
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De repente las palabras se esfumaron porque nada era suficiente. No bastaban para decirle que no sabes cómo ha ocurrido, pero una mañana te despiertas y tienes a tu lado esa persona que hace que vuelvas a tener ganas de todo. Porque las cosas bonitas de la vida llegan así, de repente, sin avisar. Y te das cuenta de que la soledad solo dura hasta que abrimos la puerta y dejamos entrar a esa persona.
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—Siempre he tenido la sensación de que a esta casa le faltaba algo. No sabía exactamente qué… Ahora lo sé. Faltabas tú.
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...