Debo admitir que compré el libro tironeada por el “Primera Guerra Mundial” que se lee en la sinopsis de la edición, ya que creí que la parte del pasado estaría ambientada en ese hecho. Sin embargo, apenas roza el año en que ocurrió e inesperadamente me vi envuelta en otra clase de historia, una que oscila entre la identidad y el amor (no necesariamente hacia una pareja). A grandes rasgos que después ampliaré, mi calificación no puede ser más generosa porque no me gustó la construcción de sus personajes, que son pilares fundamentales, y los capítulos ambientados en el tiempo presente (2005 en el libro) se me hicieron de plomo.
Algo más para discutirle a la sinopsis: no son tres voces. En todo caso, son tres tiempos en donde se alternan muchas voces, aunque las principales sean las de Cassandra, Nell, Eliza y Rose. Nell es el eslabón de la cadena que se pierde y un buen día (el día de su cumpleaños, precisamente, porque… ¿qué padre no creería que el mejor momento para revelar un gran secreto es la fiesta de su hija adorada?) empieza a buscar a su familia biológica. Cassandra, su nieta, va a ser heredera de esa búsqueda cuando Nell muera ¿La pista principal? Un libro de cuentos de hadas.
Así la narración se va a dividir en capítulos en donde se especifica tiempo y lugar, para orientar al lector. En cierto momento, deja de hacer falta. Las partes del pasado transcurren a fines del siglo XIX y principios del XX (como ya dije, rozando la Gran Guerra), las del pasado reciente en el 75-76 y las del presente, en el 2005. Lo menciono no con la finalidad de aclarar porque esto se nota a la legua en el libro, pero me facilita hablar de los tiempos en la reseña. Ahora bien, el pasado es lo que más me interesó porque describía una Inglaterra victoriana en donde se situaba el germen de toda la historia, la familia Mountrachet. El pasado reciente sirve para reconstruir qué sucedió anteriormente mientras la narración se niega a darnos más datos y el presente se encarga de poner las piezas del rompecabezas en orden. Obviamente, la jugadora original, Nell, le pasa sin querer una responsabilidad a Cassandra. La trama de secretos y de intrigas (casi todas impulsadas por intereses mezquinos y perturbadores) es muy entretenida. Genera interés, incluso cuando abre tantas ramificaciones que es difícil creer que haya un tronco allí. Pero lo hay… y se empieza a ver con nitidez en la última parte del libro.
Los personajes del pasado salvan el libro. Cuando leía no podía dejar de pensar en Oliver Twist y Jane Eyre, que además están protagonizados por huérfanos que viven una infancia espantosa (no, no me voy a poner a teorizar sobre las vicisitudes de los niños victorianos pobres porque la reseña sería eterna). Los “villanos” tienen características similares a los que están en estos libros y estoy segura de que se me deben haber escapado referencias. Eliza, Rose (esta parece más de un libro de
Jane Austen, por lo delicada) y Adeline forman una trama casi de telenovela, sin olvidar a los hombres que también la integran. Hay de todo: mujeres con instintos maternales monstruosos, afectos que pueden llegar a ser incestuosos, gente envidiosa y demás. Particularmente me gustó Eliza, que tiene apariciones muy etéreas, casi como si no fuera de carne y hueso. Los personajes masculinos son escasos y, si bien ayudan en la reconstrucción de la identidad de Nell, tienen poca fuerza para sobresalir del papel.
Está bien escrito y no cae en los convencionalismos a la hora de describir una situación. La dosis de información está bien administrada, lo suficiente como para que uno quiera empezar inmediatamente el capítulo siguiente. Creo que el punto flojo está en los diálogos: algunos no son creíbles o, en todo caso, sobran. Y digo “sobran” porque es un libro que no suele dispersarse, salvo en algunas ocasiones que son absolutamente perdonables. Casi todo lo discutible está en el tiempo presente porque Cassandra me causó aburrimiento nivel mil y, por más que la autora le inventó todo un pasado propio que justifica por qué es como es, no lo compré. Hace casi lo mismo con Nell, aunque a esta la deja mal parada. Agregarle más drama a lo que ya es dramático en un libro satura, no conmueve (al menos, no en mi caso). Y el final deja un par de cabos sueltos sin resolver, tal vez porque no son relevantes en la trama. Ciertas cosas me hicieron pensar que entre los tiempos que se manejan aquí, los cuentos de hadas y los personajes que tienen una cuota de tristeza para aportar podrían haberse escrito 3 o 4 libros distintos.
Levanté mucho las cejas durante la lectura de
El jardín olvidado pero no puedo decir que fue una pérdida de tiempo. No lo siento así. Fue una inversión de esfuerzo en un libro que sonaba bien por fuera y que adentro no sólo era diferente, sino que mutaba en todos los capítulos (a veces para bien, otras para mal). Con personajes más sólidos (y menos patchwork de otras historias) se hubiera llevado mejor.