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La chica del tren”, el bestseller de la autora
Paula Hawkins que tuvo tal repercusión cuando se publicó, que su historia no tardó en ser llevada a la gran pantalla.
Leí esta novela recomendado por mi mujer y una amiga, a las que les había gustado bastante. Así que dejé a un lado mi lista de lecturas pendientes y me decidí a hincarle el diente antes de lo planeado.
Comencemos por la parte técnica. El libro está escrito desde el punto de vista de tres narradoras en primera persona: Rachel, Megan y Anna, las cuales van alternando para contarnos una historia que a medida que avanza nos va atrapando cada vez más porque nos ayuda a formarnos el rompecabezas de lo que está ocurriendo. Un acierto o hándicap, según se mire y el tipo de lector que seas, podría ser el hecho de que esté narrada en presente y pasado al mismo tiempo, ya que obliga al lector a estar especialmente atento para no perder el hilo de la historia.
De estos tres personajes que la autora usa para la narración, Rachel podría considerarse la protagonista, ya que es la que lleva el peso de la historia en todo momento. Se trata de un personaje atormentado obsesionada con la vida de una pareja a la que observa durante escasos segundos cada mañana desde el tren de las 8:04 cuando pasa por la parada que queda frente a su casa y los ve desayunar. Y hasta ahí puedo contar, ya que al encontrarnos ante un thriller sería fácil destripar parte de la trama del libro y es de lo que justamente quiero rehuir en esta reseña.
Una de las cosas que consigue la autora y nos engancha a la historia desde las primeras páginas es la contundencia de su comienzo, en el que ya nos habla del asesinato de una chica y las últimas palabras de esta y la sentencia de su asesino. Eso levanta la expectación del lector y hace que quiera saber quién es ese asesino y esté especialmente atento a lo que Rachel, la primera de los personajes presentado por la autora, cuenta en su primer capítulo. Para cuando presenta el segundo de los personajes, Megan, el lector está deseando saber lo que esta tiene que contarnos.
Se trata de un libro de fácil lectura, con un lenguaje claro y un vocabulario sencillo, lo que ayuda a que devores las páginas y vayas avanzado en la historia con rapidez. La historia se halla bien estructurada, con una narración y diálogos creíbles y a los que no se le pueden poner pegas. Los personajes están bien construidos, aunque no resulta fácil empatizar con ellos por el hecho de que la mayoría resulten un tanto estereotipados, algo que quizá la obra requiera para resultar más efectiva. El hecho de que esté compuesta de capítulos cortos también anima a continuar leyéndola y bebértela en cuestión de unos pocos días.
El único pero es que podrían sobrarle algunas páginas en la parte central en la que se le dan vueltas a la trama sin demasiada necesidad.
La portada correcta, con una imagen que nos da la sensación de estar en movimiento, lo que resulta ser un acierto dado el título del libro. Curioso el hecho de que en lugar de la sinopsis (tuve que sacarla de la página oficial del libro), en su lugar se nos ofrezcan citas de prestigiosos periódicos hablándonos de las bondades de la obra, lo que dicho paradójicamente, me provocó más rechazo que atracción a la hora de decidirme por leerla, ya que desconfío de los productos a los que se les da tanto bombo.
En definitiva y para concluir esta entrada, la novela cumplió con creces su cometido, que no es otro que hacerme pasar un buen rato, y sobre todo, que no me arrepienta del dinero y el tiempo invertidos.