A todos los chicos de los que me enamoré

Lo hago para fingir confianza, porque dicen que cuanto más finges, más cierto te acaba pareciendo.

—Llama todos los días —susurro. El nudo que tengo en la garganta no para de crecer y se me escapan unas cuantas lágrimas. Esperaba no llorar porque sabía que Margot no lo haría y llorar sola es patético, pero no puedo evitarlo.

Y entonces sonrió, y su mirada se tornó tierna y líquida. Comprendí que a ella también le gustaba. Y mucho.

Vaya —respondí. Intenté transmitirle felicidad con esa palabra, pero no sé si lo conseguí. Lo único que sentía era desesperación. Y envidia. Una envidia tan profunda y tenebrosa que parecía asfixiarme. Así que volví a intentarlo, esta vez con una sonrisa.

Su existencia se desarrollaba en un plano superior donde esas cosas (los chicos, el maquillaje y la ropa) carecían de importancia.

Tiene pecas que le hacen parecer más joven de lo que es. Y un hoyuelo en la mejilla izquierda. Siempre me ha gustado ese hoyuelo. Si no lo tuviera, su rostro sería demasiado serio.

¿Qué se debe de sentir al tener un chico que te quiere hasta tal punto que llora por ti?

Odio los cambios más que nada en este mundo.

Dice que a veces tienes que gritar tus sentimientos; si no lo haces, se pudren.

(…) supongo que, en asuntos del corazón, es imposible prever cómo va a comportarse alguien.