A todos los chicos de los que me enamoré

Se ha levantado un muro entre las dos, y siento cómo se aleja más y más de mí. Se supone que las hermanas se pelean y después se reconcilian porque son hermanas, y una hermana siempre encuentra el camino de regreso a la otra. Pero lo que más me aterroriza es la perspectiva de que quizá no lo consigamos.

Borro su foto de mi móvil; borro su número de teléfono. Pienso que si le borro lo suficiente, será como si nada de esto hubiese ocurrido, y no me dolerá tanto el corazón.

Tal como me está mirando, sé que haría cualquier cosa que le pidiese, y es un sentimiento extraño y poderoso.

Prefieres crear una fantasía de alguien en tu cabeza que estar con la persona real.

Justo en este momento comprendo que no lo quiero, que hace un tiempo que dejé de quererlo. Que quizá nunca lo quise. Porque está justo ahí, a mi alcance. Podría besarle. Podría ser mío. Pero no lo quiero. Quiero a otro. Se hace raro haber pasado tanto tiempo deseando algo, a alguien, y de repente, dejar de hacerlo.

Sonrío porque es adorable. Y por un segundo, solo un segundo, se me olvida. Se me olvida que todo esto no es real.

La nota me arranca una sonrisa. Después la guardo en la mochila, dentro del libro de texto de francés, para que no se arrugue ni se rompa. Cuando todo haya acabado, quiero guardarla para poder mirarla y recordar qué se sentía al ser su novia (...). Aunque todo haya sido de mentira.

(…) su gesto se suaviza. Es de ternura mezclada con impaciencia. Y algo más. Amor.

Pertenecer a alguien. No lo sabía, pero ahora parece que es lo que siempre he deseado. Ser de alguien y que sea mío.

Y entonces le sonrío. Pero requiere un gran esfuerzo. Requiere muchísimo esfuerzo. Pero si no sonrío, lloraré.