Domingo

En Domingo, encontramos un total de siete relatos y trece crónicas o recuerdos en los que la autora aborda diversos temas como la infancia, la guerra, el dolor o la familia. Todos ellos tienen en común las numerosas referencias a la vida rural y ese estilo narrativo sencillo pero profundo, que impregna a cada historia de un trasfondo bastante interesante que las hace únicas.

Para ser mi primera vez leyendo a esta autora he de reconocer que me he sentido bastante atraída hacia su escritura y la forma en la que consigue, a través de relatos tan breves, sorprender al lector. Sin embargo, no he terminado de conectar con ella de la forma en la que me hubiera gustado. En mi opinión, creo que este libro está más enfocado a aquellas personas que ya han leído a Natalia Ginzburg y la conocen bien. Para mí, esta primera toma de contacto ha sido un poco decepcionante. No sé cómo explicar que me he quedado un poco fría después de su lectura. Tal vez no sea el mejor libro para empezar a leer a la autora. Aún así, no me cabe duda de que volveré a darle una oportunidad en el futuro, porque aunque sus historias no me hayan terminado de calar hondo, su escritura me ha parecido magnífica.

En “Domingo” de Natalia Ginzburg los que ya hayan leído a la autora reconocerán su estilo habitual. Para los que no tuvieron la oportunidad de leerla antes será un encuentro sorprendente, entre intimista y crudo. El libro está formado por 7 relatos inéditos hasta el momento en castellano y fragmentos de los recuerdos y crónicas de la autora. Estos últimos también toman forma de textos cortos y a veces pueden fácilmente confundirse con los relatos (la diferencia es que cada uno de los relatos está escrito en tercera persona y los recuerdos, todos sin falta, en la primera). En algunos casos se ve que eventos de la vida de Ginzburg inspiraron el cuento y es una comparación interesante que nos permite ver la ficcionalización de su vida, cómo convierte recuerdos en autoficción (“El paso de los alemanes por Erra” y “El miedo”).
Sus textos muchas veces parecen una pinceladas sobre trivialidades de la vida cotidiana, pero siempre me dejan impresionada, con una rara sensación de desasosiego. Identificamos claramente las opiniones de la autora a favor de igualdad social, de la emancipación de las mujeres, pero también sentimos su melancolía, su desesperación, vivimos con ella un periodo de la depresión, pasamos con ella por el duelo.
El libro me ha dejado con ganas de más, con ganas de releer otros textos de la autora, con ganas de buscar los que todavía no había leído. Me ha resultado fácil sentir con Natalia Ginzburg, identificarme con sus textos. Si tuviera que escoger textos que más me gustaron (una tarea difícil ya que todos me parecen extraordinarios), señalaría entre los relatos “Septiembre”, “Regreso” y “Domingo” y entre los textos no ficticios, “Recuerdo” (un poema sobre el duelo después de la muerte de su marido asesinado por Gestapo) y “Verano” (un texto sobre la depresión y el duelo). Los primeros aunque agridulces son definitivamente más optimistas que esos siguientes. Entre los textos autobiográficos destaca también “La casa”, por centrarse en un acontecimiento menos negativo que los demás, descrito con mucha ternura.
Es sin duda un libro corto pero intenso que nos invita a descubrir más sobre la autora con la excelente traducción de Andrés Barba. Gracias a la Masa Crítica de Babelio y a la editorial Acantilado por haberme enviado un ejemplar.
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Nos encontramos ante una serie de relatos y crónicas, que reflejaban la realidad de una época, la autora los hace suyos con su prosa única.
Los protagonistas son distintos en cada relato, pero parecen todos comunes a la autora, todos tienen su voz, la voz de sus vivencias.
Denuncia la dejadez de un campesinado empobrecido que no hace nada por mejorar su bienestar, todo lo que ganan lo guardan para comprar nuevas tierras en lugar de mejorar sus condiciones de vida.
Hace especial hincapié en las condiciones de vida de las mujeres y niños que viven en la miseria, en pueblos perdidos del sur de Italia, y en las pésimas condiciones laborales de algunas fábricas, esto lo recoge a modo de crónica periodistica.
Todo esto se entremezcla con recuerdos de la infancia, la nostalgia de los juegos infantiles inocentes, con historias más comunes y con otras rocambolescas.
Unos relatos y crónicas que son en muchas ocasiones originales por las características especiales de sus protagonistas. Algunos nos pueden parecer graciosos, otros están impregnados de melancolía y otros de cruda realidad.
Una autora completamente desconocida para mí pero que ha abierto un hueco en mi curiosidad, me ha gustado mucho su prosa.
Totalmente recomendable.

Es el primer libro que leo de la autora y me ha encantado el tono en el que está escrito, sencillo, elegante y pausado. Como bien dice su título son recuerdos y crónicas.

Está dividido en dos partes, por un lado "Relatos", siete relatos breves que me han encantado sobre todo "El paso de los alemanes por Erra" y "Domingo".

Por otro lado "Crónicas y Recuerdos" compuesto por doce textos a cuyo inicio destaca "Recuerdo" un poema que está dedicado a la memoria de su marido que murió en la cárcel de Roma en 1944 menos de la Gestapo.


Los temas que trata son variados como en todos los libros de relatos pero sobre todo reflexiona sobre la familia, la infancia, el mundo rural, el destierro, la falta de dinero o los contrastes entre ricos y pobres. La injusticia hacia las mujeres o hacia los trabajadores también está presente y por supuesto temas personales que van desde su infancia hasta las casas donde ha vivido y lo que han significado para ella.

Como os dije me ha gustado muchísimo su delicadeza y elegancia al escribir y su estilo claro, en apariencia ligero pero con una gran profundidad.
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Leer estos días estos relatos, crónicas y recuerdos de Natalia Ginzburg ha sido como estar sentada en un museo deleitando la vista con un precioso bodegón repleto de frutas, flores, e ingredientes y utensilios de cocina. Varios de estos pictóricos textos invitan a posar la mirada y los sentidos en un momento concreto, absorbiendo los pequeños detalles de lo cotidiano, de la naturaleza, los objetos a nuestro alrededor y las situaciones que vivimos con quienes forman parte de nuestra vida.

Con gran delicadeza, calidez y sensibilidad, Ginzburg se detiene en el momento presente, pero a su vez también reflexiona sobre el inexorable paso del tiempo, la memoria y la nostalgia. Lo que fuimos e hicimos, y hacia dónde nos dirigimos. La italiana hace hincapié en la familia, la amistad, y la importancia de sentirse parte de un hogar.

Existe otro grueso de pasajes menos bucólicos, que me han llegado a estremecer y a provocarme un sentimiento de impotencia, al tratar temas delicados como el miedo sufrido durante la guerra, la amenaza de los alemanes y el destierro. Hay incluso espacio para un doloroso poema dedicado a la memoria de su marido, asesinado por la Gestapo en 1944.

Algunos de mis textos favoritos han sido “Septiembre”, “Infancia”, “Domingo”, y especialmente, “Verano”, donde la autora narra la depresión que sufrió durante un tiempo, alejándose de sus hijos e incluso de sí misma. Hay algunas crónicas que se sienten menores, apenas un esbozo, un apunte de una idea, pero en los que se ponen en valor las grandes preocupaciones sociales de Natalia Ginzburg, como la diferencia de clases y en particular la precaria situación de la clase obrera y de la mujer, la pobreza en la infancia, o el desarraigo.

En definitiva, he descubierto a una autora de gran humanidad, capaz de combinar con brillantez lo íntimo y lo universal, con una pluma sencilla y ligera que sabe ser profunda cuando ha de serlo, dando como resultado una lectura deliciosa y satisfactoria.

Simplemente porque me resulta imposible leer todo lo que quisiera aún no había leído a Ginzburg ni apenas sabía nada de su vida. Ahora tengo la sensación de que haber empezado a leerla con este pequeño volumen es un acierto para acercarse tanto a su historia como a su obra.
Este pequeño libro está dividido en dos partes. La primera está formada por siete relatos de ficción y la segunda la conforman una serie de crónicas y recuerdos ambientados en la década de 1940 en Italia.

Nacida en 1916, creció en una familia burguesa que con la llegada del fascismo, del que eran enemigos, vino a menos. Ella, casada con un intelectual de origen judío sufrió de manera directa la represión y fueron castigados con el confino, un exilio interior, en un pequeño pueblo del sur de Italia. Tras la caída de Mussolini y la ocupación alemana, su marido Leone fue detenido por la Gestapo siendo finalmente asesinado por ellos en una prisión romana en 1944.

Toda este recorrido vital aparece en este libro, tanto en los relatos de ficción como en las crónicas. En los primeros, enmarcados en un relato costumbrista, vemos por ejemplo el fin de la infancia y cómo esta se ve interrumpida con la intromisión de los adultos que termina por socavar la mirada inocente de los niños. En la segunda parte, conocemos el miedo y la sinrazón de la guerra, el destierro y las dificultades para salir adelante después, cuando el lastre de lo vivido parece demasiado pesado. Y lo que tienen en común las dos partes es un fondo de retrato y denuncia social.

De estos relatos me quedo con 'Domingo', por todo lo que se sobreentiende desde un discurso tan sencillo, una gran habilidad en mi opinión. En la parte de las crónicas y recuerdos elegiría 'El miedo' en el que en pocas líneas Ginzburg muestra sin dramatismo unos días que marcaron su vida. Sin duda, tendré que leer algo más de ella.