[...] y a veces mi trabajo simplemente me sirve para rellenar los huecos que hay en mi vida. Algunos, no todos.
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[...] y a veces mi trabajo simplemente me sirve para rellenar los huecos que hay en mi vida. Algunos, no todos.
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Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y siempre parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es que los adultos no existen. Ni uno solo, en todo el mundo.
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Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y siempre parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es que los adultos no existen. Ni uno solo, en todo el mundo.
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¿Cómo vas a ser feliz en este mundo? Tienes un agujero en el corazón. Tienes dentro de ti una puerta que conduce a otro mundo más allá del que tú conoces. Te llamarán, a medida que vayas creciendo.
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A veces los recuerdos de la infancia quedan cubiertos u oscurecidos por las cosas que sucedieron después, como juguetes olvidados en el fondo del armario de un adulto, pero nunca se borran del todo.
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Parecía tres o cuatro años mayor que yo. Pero puede que tuviera tres mil o cuatro mil años más, o millones. Habría ido con ella hasta las mismísimas puertas del Infierno.
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Me desperté en la oscuridad, y lo único que sabía era que un sueño me había asustado tanto que tenía que despertarme o morir, y sin embargo, por más que lo intentara, no era capaz de recordar lo que había soñado.
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Me encantaban los mitos. No eran historias para adultos ni tampoco para niños. Eran mucho mejor que eso. Simplemente «eran».
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Los niños pequeños se creen dioses —algunos niños, al menos—, y solo se dan por contentos cuando el resto del mundo comparte su forma de ver las cosas. Pero yo ya no era un niño pequeño. Tenía siete años. Hasta entonces no había conocido el miedo, pero últimamente me había vuelto muy asustadizo. |
—¿Esta es aquella gatita? ¿La misma que cogí? —Sí. ¿Te ha dicho ya cuál es su nombre? —No. ¿Hacen eso? —A veces. Si escuchas con atención. |
Cuando su padre envió a Coraline a contar los objetos azules, las puertas y las ventanas, ¿Cuantas contó de cada una?