Es que ellos se aprovechan. Y, al fin, se acostumbraron. Lloraron; pero acabaron por acostumbrarse. A todo se acostumbra un bellaco.
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Es que ellos se aprovechan. Y, al fin, se acostumbraron. Lloraron; pero acabaron por acostumbrarse. A todo se acostumbra un bellaco.
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Sepa usted, señor, que a mí esos golpes no sólo no me causan dolor, sino que hasta suelen producirme placer... Porque sin ellos no podría yo pasarme. Es lo mejor. Que me dé una buena tunda, que se le desahogue el alma.
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Puede usted comprender hasta qué punto llegaría su pobreza, cuando ella, una mujer culta y educada, y de familia distinguida, consistió en casarse conmigo.
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Me alegro, porque en su imaginación ella se considera en cierto modo feliz en otro tiempo...
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En la pobreza conserva usted todavía la nobleza de sus sentimientos innatos; en la miseria ni hay ni ha habido nadie nunca que los conserve
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La primera palabra que le habían dirigido volvió súbitamente a experimentar su habitual sentimiento hostil e irritado ante toda comunicación con gente extraña que tocase o mostrase deseos de tocarle a su personalidad.
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Un sentimiento de repulsión infinita, que había empezado a agobiar y mortificar su corazón desde el momento en que se dirigió a ver a la vieja, alcanzaba ahora tales proporciones y tan a las claras se revelaba, que no sabía díbde refugiarse huyendo de si tristeza.
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En realidad, no le temía a la patrona, por mucho que pudiese maquinar contra él. Pero detenerse en la escalera, escuchar todos los dislates de aquella mujer, ofensivamente absurda, que a él no le interesaban lo más mínimo; todas aquellas sandeces referentes al pago, aquellas sandeces referentes al pago, aquellas amenazas y lamentaciones y, además de todo eso, tener que parlamentar, disculparse, mentir ...
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A pesar de la aversión que su hermana sentía hacia mi persona, a pesar de mi actitud sombría y repulsiva, acabó por compadecerse del hombre perdido que veía en mí. Y cuando la piedad se apodera del corazón de una joven, esto es sumamente peligroso para ella. La asalta el deseo de salvar, de hacer entrar en razón, de regenerar, de conducir por el buen camino a un hombre, de ofrecerle, en fin, una vida nueva.
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Querían hablar, pero no pudieron; había lágrimas en sus ojos. Ambos estaban pálidos y delgados; pero aquellos rostros pálidos estaban iluminados con el amanecer de un nuevo futuro.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises