... No, la vida me ha sido concedida de una vez por todas; no quiero esperar esa felicidad universal. Quiero vivir mi vida, yo mismo...; en caso contrario, no vale la pena vivir.
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... No, la vida me ha sido concedida de una vez por todas; no quiero esperar esa felicidad universal. Quiero vivir mi vida, yo mismo...; en caso contrario, no vale la pena vivir.
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¿Y si el hombre no es un ser miserable, o, por lo menos, todos los hombres? Entonces habría que admitir que nos dominan los prejuicios, los temores vanos, y que uno no debe detenerse ante nada y ante nadie. ¡Obrar: es lo que hay que hacer!
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La pobreza no es un vicio. Soy consciente de que la embriaguez no es precisamente una virtud; tanto peor. Pero la indigencia, caballero, la indigencia es un vicio. Cuando se es pobre, conserva uno el orgullo de sus sentimientos, pero cuando se es indigente no se conserva nada.
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Cuando fracasan, incluso los mejores proyectos parecen estúpidos.
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Si quieres ser respetado por los demás, lo mejor es respetarte a ti mismo. Solo con eso, solo con el respeto propio obligarás a otros a que te respeten.
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Una de las misteriosas leyes de la vida es que descubrimos sempre tarde sus auténticos y más esenciales valores: la juventud, cuando desaparece; la salud, tan pronto como nos abandona, y la libertad, esa esencia preciosísima de nuestra alma, sólo cuando está a punto de sernos arrebatada o ya nos ha sido arrebatada.
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Para conocer a una persona, hay que verla y observarla atentamente durante mucho tiempo, so pena de dejarte llevar de prejuicios y cometer errores que después no se reparan fácilmente.
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Todo está en los detalles... Esos pequeños detalles que lo echan siempre todo a perder.
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La mentira es el único privilegio del hombre sobre todos los demás animales.
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En la pobreza uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia nadie puede conservar nada noble.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises