Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
En realidad, no le temía a la patrona, por mucho que pudiese maquinar contra él. Pero detenerse en la escalera, escuchar todos los dislates de aquella mujer, ofensivamente absurda, que a él no le interesaban lo más mínimo; todas aquellas sandeces referentes al pago, aquellas sandeces referentes al pago, aquellas amenazas y lamentaciones y, además de todo eso, tener que parlamentar, disculparse, mentir ...
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