La flor púrpura no existe. Eso fue lo primero que aprendí de este libro: que su título original no habla de cualquier flor, habla del hibisco. Y el hibisco púrpura no existe. Una vez más, la traducción nos quita una pista. "La Flor Púrpura" es una novela que comienza con un Domingo de Ramos en el que todo cambia. En Nigeria, Kambili es la más pequeña de una familia católica adinerada en la que el silencio es sagrado y las reglas del hombre blanco son tan indiscutibles que su incumplimiento es castigado severamente. Y, sin embargo, le basta pasar unos días con su tía y su abuelo, a quienes su padre llamaría "paganos" para que el cambio se abra camino como el agua a través de las piedras. Narrando desde una mirada ingenua e inocente, la prosa mantiene una profunda sencillez en la que una simple pregunta puede sacudir todos los cimientos. Con infinidad de simbolismos, los enfrentamientos religiosos, políticos y sociales, así como la cultura nigeriana respecto a los roles de género, atraviesan la historia en una serie de valores opuestos entre los que caminan Kambili y su hermano, Jaja. Los valores nativos y los impuestos por el hombre blanco muestran en cada capítulo tanto los peligros de los fundamentalismos, como la necesidad humana de la conciliación y el respeto por la diversidad. La necesidad humana de la libertad de elegir quiénes somos. Es una lectura que, a pesar de los episodios dolorosos, deja un silencio de los lindos y la sensación de que, como dice Kambili, "ahora ya podemos hablar de futuro". El hibisco púrpura no existe, pero sí existe en el libro. Y tal vez sea justamente eso, lo todavía inexistente, lo que necesitamos crear para crecer como sociedad. + Leer más |