¡Oh! Bien sabes que tienes una facilidad excesiva para que te guste la gente en general. Jamás ves defectos en nadie. Todo el mundo es bueno y agradable a tus ojos. Jamás te he oído hablar mal de un ser humano en toda tu vida. Lizzy a Jane |
¡Oh! Bien sabes que tienes una facilidad excesiva para que te guste la gente en general. Jamás ves defectos en nadie. Todo el mundo es bueno y agradable a tus ojos. Jamás te he oído hablar mal de un ser humano en toda tu vida. Lizzy a Jane |
Elizabeth no se había visto nunca en la situación de fingir que sus sentimientos eran lo que no eran en realidad. Pero ahora tuvo que reír cuando más bien habría querido llorar
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Las insensateces, las tonterías, los caprichos y las inconsecuencias son las cosas que verdaderamente me divierten, lo confieso, y me río de ellas siempre que puedo
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Creo que en todo individuo hay cierta tendencia a un determinado mal, a un defecto innato, que ni siquiera la mejor educación puede vencer
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-Siempre he considerado la poesía el alimento del amor -dijo Darcy. -Tal vez de un amor exquisito, sólido, saludable. Cualquier cosa sirve para alimentar lo que ya tiene fuerza. Pero, si se trata sólo de una leve inclinación, estoy convencida de que un buen soneto puede acabar con ella. |
La felicidad en el matrimonio es sólo cuestión de suerte. El hecho de que los novios se conozcan bien o sepan que sus temperamentos son afines no asegura en absoluto su felicidad. Los dos acabarán distanciándose lo suficiente para pagar su cuota de sufrimiento; y es mejor saber lo menos posible de los defectos de la persona con quien vas a pasar la vida.
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-Eso es verdad - contestó Elizabeth-, y a mí no me costaría nada perdonar su orgullo si no hubiera herido el mío.
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No cambies, por consideración a una persona, el valor de los principios y de la integridad, no trates de convencerte o de convencerme de que el egoísmo es prudencia, no de que el hecho de no ser consciente del peligro al asegura la felicidad.
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-Bien, querida mía -Dijo el señor Bennet cuando Elisabeth terminó de leer la nota-, si tu hija enferma de gravedad y muere, siempre será un consuelo saber que todo ha sido por la causa del señor Bingley y por orden tuya.
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No soy capaz de determinar la hora, ni el lugar, ni la mirada ni las palabras que sentaron los cimientos. Hace demasiado tiempo. Antes de darme cuenta de que había comenzado, ya iba por la mitad.
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Jane Austen (16 de diciembre de 1775-18 de julio de 1817) fue una novelista británica que vivió durante la