Con esta novela podríamos componer un nutrido campo semántico de lo frenético. Cuando llegas a su punto y final, no puedes dejar de preguntarte qué es lo que ha pasado. Pero el malestar ya se ha quedado contigo. De hecho si lees la sinopsis te planteas si se corresponde a lo que has leído, si estamos hablando de la misma historia, o incluso, si no será todo un espejismo fruto del engaño de los sentidos o de un escapismo literario maravillosamente ideado por Schweblin. Esta lectura deja poco espacio para las palabras, pero me esfuerzo en encontrarlas si no quiero acabar con un agujero por el que se escapen hasta las que todavía no han hallado modo de expresarse. Me ha gustado mucho el concepto que da nombre a la novela. Distancia de rescate es que se te escape de entre los brazos lo que más quieres y que, en el último momento, como quien deja caer un yo-yo, lo recuperes. Como cuando una figura de cristal resbala entre tus manos y antes de que se destruya contra el suelo, en ese decisivo segundo, la rescates. Así es como se reflejan las relaciones entre madres e hijos en la obra. Una maternidad que encuentra en la migración de cuerpo e identidad, la solución a la intoxicación y pérdida de lo amado. El dolor muda de espacio, pero la tensión no cesa. Formalmente, es un diálogo entre una madre cuya hija es el extremo de la cuerda, y entre un niño que ya ha soltado el otro extremo de la misma. Es breve y taquicárdico, rozando sutilmente la fantasía, pero no hablamos de una fantasía edulcorada, sino de una inverosimilitud camuflada de cotidianeidad. La sensación que tienes al acabar su lectura es que, en cierto modo, es una historia de terror donde los fantasmas existen. Y estos son corpóreos, te observan, te hablan, viven. Tienen algo en común contigo, y es que además de estar envenenados, también están abandonados a su suerte. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. + Leer más |