Cuando decidí realizar a lo largo del 2023 el #retopiaspirit de la cuenta @victorianspiritblog el primer libro que tuve claro fue “El Último Hombre”, una de las obras más conocidas de Mary Shelley. Independientemente de que me hubiera decido a hacer un reto que consistía en leer libros de temática distópica, en 2023 hubiera acabado leyendo esta novela. Llevaba muchos años detrás de ella, era un libro al que tenía muchas ganas, no sabéis cuanto. “Frankenstein es una de mis novelas favoritas, y siempre que la he leído me ha emocionado tanto como la primera vez. Y la otra obra que leído de la autora “Mathilda” también me gustó mucho en su momento. No tanto como su trabajo más popular, pero es una novela que merece mucho la pena de ser leída aunque solo sea por su historia.
A finales del siglo XXI Inglaterra se ha convertido en una república parlamentaria, aboliéndose la monarquía. El hijo de un noble caído en desgracia, Lionel Verney, se ha criado como un pastor, convirtiéndose en un joven inculto, hosco, misántropo y delictivo. Todo cambiara cuando conozca al hijo del rey destronado, Adrian. Bajo su influencia, Lionel se convertirá en un hombre educado, sensible y sabio. Gracias a su amistad y al amor de la hermana de Adrian, la principesca Idris, Lionel encontrara la paz y la tranquilidad hogareñas. Sin embargo, su felicidad quedará irremediablemente destrozada cuando una terrible plaga se extiende por todo el mundo, acabando paulatinamente con toda la humanidad, implacable incluso con todos aquellos que son importantes para nuestro protagonista…
Publicada en 1826 y considerada como la primera novela de corte apocalíptico y el inicio del género distópico, “El Último Hombre” es un trabajo que no puede entenderse sin comprenderse el contexto personal en el que Mary Shelley estaba envuelta durante el tiempo de su composición y publicación. Estas circunstancias ayudan a entender muchas de las cosas que leemos en estas páginas y a contextualizar muchas de las desventuras de Lionel Verney.
Y es que en ese 1826 nos encontramos con el periodo probablemente más oscuro de la dificultosa vida de Mary Shelley. En 1822 había perdido a su esposo, el poeta Percy Bysshe Shelley, quien murió ahogado en el Golfo de La Spezia. Las finanzas nunca fueron el fuerte del poeta, quien dejó a su viuda en una situación económicamente precaria y con un hijo al cargo. Este niño, Percy Florence Shelley , fue el único que sobrevivió de los cuatro que la pareja tuvo, siendo las muertes de sus tres hermanos mayores una de las grandes desgracias de la vida de Mary. A todo esto se le sumaba la pérdida del círculo de amigos íntimos que rodeaba a la pareja en sus primeros años. Algunos de sus integrantes simplemente se marcharon para hacer sus vidas, como fue el caso de Claire, hermanastra de Mary y compañera del matrimonio en sus peregrinajes por Europa (y cuya relación con Percy ha hecho correr ríos de tinta a lo largo de los siglos). Y otros fallecieron, como fue el caso del polémico y famoso Lord Byron, víctima de la sepsis y la enfermedad mientras luchaba por la independencia de Grecia.
Para poder mantener a su hijo, Mary, que en ese entonces tenía veintinueve años, se vio obligada a aceptar la ayuda monetaria de su suegro, bajo la condición de no escribir ni publicar nada sobre su difunto marido. Para poder sortear esta censura patriarcal, nuestra autora se valió de varias triquiñuelas. Una de ellas fue dedicarse simplemente a editar todos los escritos que Percy Shelley había dejado escritos antes de morir. Y otra fue crear obras de ficción que contuvieran componentes y personajes biográficos, camuflar de irrealidad su realidad y sus recuerdos, usar la ciencia ficción para hablar de su situación. Algo que con dieciocho años ya hizo con “Frankenstein”. Y eso es “El Último Hombre”, el lamento de un cisne solitario y desgraciado en un mundo en el que todo apoyo y amistad le faltan. Así muchos de sus conocidos vuelven a resurgir a través de la tinta y el papel. No es muy difícil reconocer que Lord Byron es la influencia detrás del carismático y aguerrido personaje de Raymond, el noble ambicioso y apasionado que cuando el amor le aleja del trono, busca la gloria y la fama en la independencia griega. En el triángulo amoroso que este conforma con su esposa Perdita, hermana del protagonista, y la princesa griega Evadne, uno puede encontrar los resonantes ecos de un posible (los estudiosos no están de acuerdo de si esto se dió o no) menage a trois que Mary se vio obligada a personificar junto a Shelley y la antes mentada hermanastra Claire. Hay algo poderosa y conmovedoramente resonante y cercano en como la autora nos habla de como esta circunstancia pudo afectarle cuando es Perdita quien habla del tema. El culmen de la tragedia de Lionel, las escenas finales de la novela y la materialización de su soledad, tienen lugar en Italia un país queda a la vez el paraíso y el infierno para Mary, pues fue ahí donde fue más feliz, pero también donde vio morir a su esposo y a sus hijos. Y, por supuesto, el inteligente, sensible, capaz y bondadoso Adrian es un trasunto idealizado del añorado Percy Shelley, resucitado, como héroe romántico que se trasciende así mismo, cuando trata de ayudar a la humanidad en sus horas más bajas.
En la Inglaterra de ese entonces se creía que era el hombre quien gobernaba a la naturaleza, quien controlaba el universo que le rodeaba. Siendo dios quien controlaba los destinos de los hombres. Pero en esta novela, Mary Shelley nos habla como la naturaleza y el destino se convierten en los grandes enemigos de la humanidad, hasta acabar con ella después de destrozarla sin ningún tipo de miramientos. Resulta muy novedosa para ese momento esta perspectiva apocalíptica que la autora idea en este libro por esto, como habla de que, al final, el hombre no es capaz de controlar muchas de las cosas que le rodean. Hace más interesante como todos los escenarios de este libro representan de alguna forma toda la pena y el sufrimiento que Mary padecía mientras lo escribía. Hay que estar muy deprimido y triste para recrear algunas de las escenas que jalonan esta obra tan desoladora. Desde luego, aunque estemos hablando de un libro escrito en el siglo XVIII, pero ambientado en el XXI, no deja de ser un hijo de su tiempo y de la época en que fue creada. El lector no puede dejar de percatarse que a la autora no le interesa tanto recrear un hipotético futuro como usar esa ambientación para hablar de cuestiones que la preocupaban o interesaban tanto a nivel personal como a nivel social. Todos los tópicos y toda la ideología de la época están perfectamente perfilados dentro de la trama y de la forma de pensar y comportarse de los personajes. Es cierto que a lo largo del libro Mary Shelley coloca algunos elementos que tratan de adelantarse a un posible futuro, como es el uso de globos para transportarse de un sitio a otro por el aire, o la ya citada República inglesa. Pero aparte de eso, uno nunca deja de sentirse ubicado en la época en la que la obra fue escrita mientras la lee. Y sinceramente no creo que Mary quisiera ir mucho más allá. Para ella, la ambientación es solo una excusa con la que busca alejar de su propio contexto, todo lo que realmente quiere decir. Y para mi en eso radica la gran originalidad de “El Último Hombre” como libro, en como de su vida Mary Shelley saca el material para idear una de las obras pioneras de la ciencia ficción y sentar las bases del genero.
A todas las plagas y enfermedades que nos encontramos a lo largo y ancho de la obra se le une un fino tratado sobre la política de la Inglaterra del siglo XVIII, con una critica hacia la estratificación social y hacia ese terremoto que fue la Revolución Francesa y sus consecuencias, la cual, curiosamente, fue defendida y alabada por los padres de la propia Mary Shelley, Edward Goodwin y Mary Wollstonecraft. Todo esto es tratado desde el prisma del romanticismo en el que la propia Mary, sus familiares y amigos estuvieron inscritos. Sin embargo, es aquí donde podemos ver el desencanto de la autora, que critica duramente estos ideales, demuestra lo insuficientes y patéticos que pueden resultar cuando la dura y cruel realidad es la que se impone y gana la partida. La plaga representa como el propio romanticismo acaba siendo infectado por los intereses humanos y políticos. Un romanticismo que no puede ocultar lo lúgubre de la realidad cuando ésta llega. Y esto puede verse en la primera parte, en la que la independencia de Grecia y la lucha de los griegos, por dejar de ser parte del imperio otomano, son los grandes protagonistas. Este conflicto llamó mucho la atención de los Románticos, quienes abogaban por la identidad cultural de todos los pueblos y la libertad. Lord Byron no fue el único europeo que se trasladó a las islas para luchar contra el titán otomano, enamorados del valor de los habitantes de un país que alimentaba sus fantasías con su rica historia y cultura. Pero incluso este conflicto ;considerado como una empresa noble, justa y valiente, a semejanza de las gestas realizadas por los grandes héroes de la mitología clásica) es representado por Mary desde un prisma muy melancólico que demuestra su absoluto desencanto con el movimiento y sus ideales. La guerra, se haga por lo que se haga, es un sinsentido que siga vidas, que priva al mundo de grandes personajes, que destroza familias y trae mucho dolor. La niña ha crecido a golpe de desgracias, ya no encuentra consuelo en los ideales que una vez la movieron. De la misma manera en que el grupo que conforman sus protagonistas se ven obligados a despertar del mundo idílico que han creado a su alrededor cuando la plaga llama a sus puertas. Lo cual no significa que formalmente esta estética siga presente en la obra. Un par de muestras: Lionel Verney pasa de ser un delincuente a convertirse en un ilustrado gracias al poder de la educación y la benevolencia. Y en el prólogo dos personas visitan la cueva de la Sibila, desde la cual Eneas bajó a los infiernos según Virgilio. Al aventurarse dentro de ella es cuando encuentran una sala oculta durante siglos, dentro de la que hayan un manuscrito donde está escrita la propia historia que nos ocupa. Una historia dentro de la historia con todos los ingredientes románticos por antonomasia bien colocados.
Centrándonos en lo meramente literario me toca ser sincera: la verdad es que, a pocas horas de haberlo terminado, no tengo muy claro si me ha gustado, ha sido una lectura para nada amena o ligera, pero si muy tensa y difícil de hacer. Ha habido algunos momentos en los que, sinceramente, me ha subido bastante. Y alguna que otra vez aparcarla por el momento, que nunca abandonarlo. Yo se dicho que era una lectura a la que tenía muchas ganas es que hacía tiempo pero creo que ni circunstancias personales no han ayudado a que la disfrute como creo que se merece. No tengo ahora mismo en la cabeza para obras demasiado complejas, y esta luz a la sencillez de su argumento. Una sencillez engañosa, porque una vez que te sumerges en ella, ve que la autora hace que todo sea bastante complejo. En “El Último Hombre” se tratan muchas cuestiones aunque no te des cuenta hasta que las tienes delante. Mary Shelley tiene una prosa muy bonita y poética, muy pulida y con un ritmo narrativo bastante plácido. Incide mucho en el mundo interior de sus personajes, en su psicología y, sobre todo, en su estado emocional. De ahí que uno sienta, mientras le que todo va a paso de tortuga, y que se sorprenda al echar la vista atrás al ver la cantidad de cosas que pasan en cien páginas. Todo eso se ve especialmente con su narrador , Lionel, quien escribe la historia de su vida y en recordar como se convirtió en el último hombre vivo sobre la tierra. La autora y el personaje se recrean al hablar de todas sus penurias, de todas las desgracias que azotan a Lionel y a sus familiares y amigos. Hay una atmósfera mórbida y masoquista en todo el texto, una especie de placer melancólico, en revolcarse de alguna manera en el sufrimiento psicológico y las desgracias que prácticamente en toda la obra.
Desde luego, no estamos ante una crónica amena, sino que es muy melancólica y dramática. De ahí que se me haya hecho, a nivel personal, muy pesada de leer. Aunque el título no me ha llevado en ningún momento a engaños, a veces me daba la impresión de que la autora ideaba personajes con el único fin de que tuvieran finales impactantes y tristes, si bien la mayoría de ellos sí que tienen su impacto dentro de la narración. Y lo mismo puede decirse de muchos de los hechos que se dan a lo largo de la historia. Además, para mí ha pesado mucho que al principio de la novela se metiera todo lo relacionado con Raymond, Perdita y la lucha por la independencia de Grecia. Siento que todo eso, no tenía ningún sentido, aparte de ser un canto al héroe perdido (Lord Byron) y ser usado a modo de introducción de los personajes y del contexto familiar histórico del protagonista y como recurso para presentarnos la plaga. Siento que esa introducción podría haberse hecho de una forma más amena y sin meter tanta paja. Porque para mí, sinceramente la novela empieza a despegar a partir de su segunda parte, cuando la fatal plaga empieza hacer su aparición y sus estragos. Es ahí cuando la Shelley deja muy claro porque se la considera la madre de la ciencia ficción. Muchas de sus escenas apocalípticas te ponen los pelos de punta y resultan angustiosas de leer. La autora deja ahí claro lo buena que es escribiendo, al recrear una atmósfera de desgaste emocional y muerte que envuelven totalmente al lector, al demostrar al ser humano en sus horas más bajas con todo lujo de escabrosos detalles y con un gama cromática en la que los colores más dramáticos lucen llenos de todo tipo de matices.
He visto que en varias ediciones de la obra se usa como ilustración de portada uno de los cuadros más paradigmáticos del romanticismo, “El Caminante Sobre un Mar de Nubes” de Caspar David Friedrich. Es un cuadro que todos hemos visto en algún momento: un hombre de espaldas al espectador que se encuentra en lo alto de una cumbre, a cuyos pies se extiende un paisaje rocoso envuelto en nubes y nieblas. Una figura oscura que se recorta en en un escenario, solitario, gris y enorme. La imagen definitiva de la soledad, del hombre, sin más compañía que sí mismo. Esa escena también aparece al principio de la edición que yo he manejado de “El Último Hombre”, sacada por el sello RBA dentro de su colección “Maestros de lo Fantástico”. Y no creo que sea una asociación gratuita. “El Caminante Sobre un Mar de Nubes” tiene algo que nos habla del hombre contra el mundo y los elementos, que se mantiene imperrito frente a la soledad más absoluta. Justo a lo que se ve abocado fatalmente Lionel Verney, el último hombre sobre la tierra. Pero incluso en toda la desolación, que es la biografía del protagonista, y en todo el dolor que Mary Shelley usa como combustible para su creación, hay un rayo de esperanza. Las últimas páginas nos hablan de una nueva aventura que se extiende a los pies del personaje, que se niega a creer en todo el globo, no haya ninguna otra persona, viva de la necesidad imperiosa del ser humano, de relacionarse y de tener gente a la que querer. Esa es la esencia de la humanidad y de este libro, el tratar de salir de la tristeza, de encontrar otra vez la felicidad y la esperanza. Un anhelo que, ni la más eficiente de las angustias puede ocupar un rayo de sol que se escapa de las sombras toda esta composición. Y eso da un pequeño, pero melancólico, mensaje de esperanza de cara al futuro, tanto para la creación como para su madre. Quizás no haya sido lo que me esperaba, pero no se puede negar que su lectura tiene algo fascinante que atrapa lectores. Y pese a los desafiante, que puede ser a veces, hace imposible que se pueda dejar de leer hasta su final.
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