The Raven Boys: La profecía del cuervo de
Maggie Stiefvater
Ante ella estaba el chico multitarea de Aglionby, pulcro y presidencia. Llevaba un reloj que podía costar más que el cohce de Maura, y allí donde la piel quedaba al descubierto, lucía un moreno perfecto. Blue no entendía cómo hacían los chicos de Aglionby para broncearse antes que la gente de Henrietta. Imaginaba que tendría que ver con cosas como las vacaciones de primavera y lugares como Costa Rica o las playas españolas. Aquel tía estaba más cerca del estatus de pigmeo tirano de lo que ella lo estaría nunca.
—Espero que puedas ayudarme —dijo él, con un aplomo que sugería más certeza que esperanza. Debía hablar alto para hacerse oír, e inclinaba la cabeza hacia abajo para mirarla a los ojos. Había en él algo que impresionaba, que daba sensación de mucha estatura a pesar de que no fuese más alto que la mayoría de la gente—. Mi amigo Adam, bastante pudoroso para las ocasiones sociales, cree que eres guapa, pero no se atreve a acercarse. Está allí. Entre el zarrapastroso y el malhumorado.
Con bastante reticencia, Blue dirigió la mirada hacia donde se le pedía. Lam esa estaba ocupada por tres chicos: el zarrapastroso tenía un aire arrugado y desvaído, como si hubiera dejado de lavarse demasiadas veces. El que se había golpeado con la lámpara era atractivo y llevaba la cabeza rapada: un soldado en guerra con el mundo. Y el tercero era... elegante. O tal vez no, pero estaba cerca de serlo. De complexión delgada y ojos azules, transmitía fragilidad y era lo bastante guapo para gustarle a cualquier chica.
Pese a sus instintos, que la empujaban a lo contrario, Blue cedió un poco.
—¿Y...? —preguntó.
—¿Y me harías el favor de venir y hablar con él?
(...)
—¿Y de qué piensas que voy a hablar con él?
—Ya se nos ocurrirá algo —replicó el chico, despreocupado—. Somos gente interesante.
(...)
—¿Te das cuenta de que llevo un delantal? —le espetó al chico—. Eso significa que estoy trabajando. Ganándome la vida y esas cosas.
Él continuó sin inmutarse.
—Ya me ocuparé yo de eso —dijo.
—¿Qué te ocuparás de eso?
—Claro. ¿Cuánto ganas por hora? Ya me encargo yo. Y además, hablaré con el encargado.
Blue tardó unos segundos en encontrar respuesta. Nunca había creído que en la gente que decía quedarse sin palabras, pero ella, en aquel momento, no las tenía. Abrió la boca y, en un principio, tan solo le salió aire; luego, lo que parecía ser el inicio de una carcajada. Finalmente, consiguió decir.
—No soy una prostituta.
El chico de Aglionby se quedó boquiabierto, pero después comprendió.
—Ah, no me refería a eso. NO es eso que he dicho.
—Sí, ¡sí que es lo que has dicho! ¿Crees que puedes pagarme para que hable con tu amigo? Me imagino que estarás acostumbrado a pagar por horas la compañía femenina y que no tendrás ni idea sobre cómo son ls cosas en el mundo real, pero... pero... —Blue se detuvo a pensar qué prentedía decir algo con todo aquello, pero no logró concretar el qué. La indignación había enterrado sus funciones mentales, y lo único que le quedaba era el impulso de darle un sopapo a aquel impertinente. El chico quiso protestar pero Blue fue más rápida—. Mira, las chicas, cuando nos interesa alguien, nos acercamos a él gratis.
El chico de Aglionby no contestó de inmediato. Se tomó un momento y entonces, sin alterarse, dijo:
—Has dicho que estabas trabajando. Me pareció inapropiado no tenerlo en cuenta. Siento que te hayas sentido insultada. Te entiendo, pero me parece un poco injusto que no hagas tú lo mismo por mí.
—Lo que a mí me parece es que te sobra superioridad —replicó Blue.
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