The Raven Boys: La profecía del cuervo de Maggie Stiefvater
—Que te den, Gansey. Vete a la mierda. Gansey cerró los ojos. Adam le dio un empujón a la puerta y, al ver que no se había quedado cerrada, volvió a empujarla. Gansey prefirió no abrir los ojos. No quería ver a Adam. No quería ver si había gente observando a un chaval montándole un número a un petimetre con jersey de Aglionby y Camaro de color naranja chillón. Sintió odio: por el uniforme del cuervo, por el coche llamativo, por todas las palabras rimbombantes que sus padres empleaban, por el abominable padre de Adam, por la permisiva madre de Adam y, sobre todo, por el sonido de las últimas palabras de Adam, que se le repetían en la cabeza sin cesar. No podía soportarlo. No podía. Al final, resultaba que no era nadie para Adam, que no era nadie para Ronan. Adam le había recriminado su modo de comportarse y Ronan desperdiciaba las segundas oportunidades que le daba. Al final, no era más que un niñato con muchos juguetes y un agujero en el pecho que, año tras año, iba deshaciéndole el corazón. La gente siempre lo abandonaba. Pero él, sin embargo, no parecía capaz de abandonar a nadie. |