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El lobo estepario de Hermann Hesse
La soledad era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas.
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El juego de los abalorios de Hermann Hesse
Lo esencial de una personalidad residía en lo discrepante, en lo anormal y único, y aun con frecuencia, en lo patológico.
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El juego de los abalorios de Hermann Hesse
Es un parecer antiguo: cuanto más rigurosa e inexorablemente formulamos una tesis, tanto más irresistiblemente reclamamos ésta la antítesis.
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El lobo estepario de Hermann Hesse
En lugar de simplificar tu alma, tendrás que acoger cada vez más mundo con tu alma dolorosamente ensanchada.
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El lobo estepario de Hermann Hesse
Todo hombre fuerte encuentra aquello que ha estado buscando con verdadero ahínco.
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Siddhartha de Hermann Hesse
El río me enseño a escuchar; de el lo aprenderás tú también. Lo sabe todo este río; de el puede aprenderse todo. Mira, el agua también te ha enseñado que es bueno tender hacia abajo, hundirse, buscar las profundidades.
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Cuentos de amor de Hermann Hesse
"Pero estaba inquieto. Como he dicho, mi objetivo no era conquistar a esa mujer. Fue una casualidad que eso sucediera. Mi objetivo era sufrir de amor y, cuando la posesión de la amada empezó a aliviar y enfriar mis tormentos, fui presa de la inquietud. Lo resistí durante cierto tiempo; después me sentí espoleado de repente a ir más allá. Abandoné a la mujer. Me tomé vacaciones e hice un largo viaje." (Pág.48).
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Cuentos de amor de Hermann Hesse
"No me estoy refiriendo al amor entre dos personas, a besarse, dormir juntos y contraer matrimonio. Hablo del amor que se ha convertido en el único sentimiento que rige una vida. Este amor se vive en solitario, incluso en el caso de que, tal y como dice la gente, sea . Consiste en que toda la voluntad y capacidad de un hombre se vean impetuosamente arrastradas hacia un único fin y en el hecho de que cualquier sacrificio se trueque en deleite. Esta forma de amor no hace feliz; quema, hace sufrir y destruye; es fuego y no puede morir sin haber consumido todo lo que encuentra a su paso." (Pág.46).
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Cuentos de amor de Hermann Hesse
"... pero mis amores verdaderos han sido siempre desventurados. Si hago memoria, constato que el sufrimiento por un amor imposible, la angustia, la incertidumbre y las noches en vela han sido infinitamente mejores que todos los pequeños éxitos y golpes de suerte juntos." (Pág.32).
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El último verano de Klingsor de Hermann Hesse
Siempre era el mismo instinto, el mismo afán, la misma equivocación. Siempre era el mismo desengaño, el mismo dolor terrible. Uno creía estar cerca de Dios y sostenía a una mujer en los brazos. ¡Uno creía haber logrado la armonía y sólo había cargado su culpa y su miseria sobre una futura criatura lejana! (...) ¡Era insoportable seguir pensando hasta el fin!
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Gertrudis de Hermann Hesse
La música fluía con hermosa continuidad y me llevaba por una senda dorada hacia Gertrudis; pero ya no me era posible verla. En puridad, ya no deseaba verla: le brindaba mi música y mi aliento, mis pensamientos y los latidos de mi corazón como aquel caminante que en la mañana se entrega al luminoso azul y al limpio esplendor de la pradera, sin que nadie se lo pida y al mismo tiempo sin extraviarse entre las montañas (...) No era una emoción nueva: era como si se hubiese despejado la incógnita de remotos pensamientos, como si volviese a una patria antigua.
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El lobo estepario de Hermann Hesse
Loco, pues, tenía yo que estar y muy alejado de "cualquiera" si aquellas voces habían de llegar hasta mi y hablarme aquellos mundos. Dios mío, ¿no estaba yo hacía ya muchísimo tiempo bastante alejado de la vida de todos los hombres, de la existencia y del pensamiento de las personas normales, no estaba yo hacía muchísimo tiempo bastante apartado y loco? Y, sin embargo, en lo más íntimo de mi ser comprendía perfectamente la llamada, la invitación a estar loco, a arrojar de mi la razón, el obstáculo, el sentido burgués, a entregarme al mundo hondamente agitado y sin leyes del espíritu y de la fantasía.
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Bajo las ruedas de Hermann Hesse
Nada asusta tanto a los profesores como los fenómenos que surgen en el carácter de chicos desarrollados precozmente durante los años, de por si peligrosos, de la adolescencia. Desde un principio les había resultado inquietante un cierto rasgo genial en el carácter de Heilner. Desde tiempos remotos se ha venido consolidando un profundo abismo entre el gremio de profesores y el genio. Cualquier atisbo de éste que aparezca en un colegio les resulta a los profesores de antemano odioso.
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Obstinación: Escritos autobiográficos de Hermann Hesse
Los estudiantes alemanes han tenido siempre sus maneras, a menudo originales y divertidas, de expresar no sólo respeto y admiración, sino también desprecio y odio. Ese sector de los estudiantes alemanes, que trata de salvar a todo trance las viejas tradiciones, que es políticamente reaccionario y extremadamente nacionalista, me envía de vez en cuando desde distintas universidades, y especialmente desde Halle, una carta de odio. No puedo contestar a estas cartas, aunque con frecuencia son interesantes...
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En el balneario de Hermann Hesse
De vez en cuando aparece en estas personas dolientes, demasiado blandas y demasiado ávidas de placeres y consuelo, eso que se llama humor, un cristal que solo surge entre dolores profundos y duraderos y que pertenece a las mejores producciones de la humanidad.
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Siddhartha de Hermann Hesse
Y en ese mismo instante en que el mundo que lo rodeaba pareció desvanecerse y él se quedó solo como una estrella en el firmamento, en aquel momento de frialdad y de desánimo, se irguió un Siddhartha más sólido y fuerte, más posesionado que nunca de su propio Yo. Se dio cuenta de que aquello había sido el último estremecimiento del despertar, el espasmo final del parto. Y al punto reanudó su marcha, con paso rápido e impaciente...más no a su hogar, no adonde su padre, ya no hacia atrás.
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Demian de Hermann Hesse
Me tenía sin cuidado lo que iba a ser de mi. A mi modo, extraño y poco agradable, me encontraba en disensión con el mundo y lo expresaba metido en tabernas y fanfarroneando. Esa era mi manera de protestar, con la que yo mismo me destrozaba; a veces me planteaba la cuestión en los siguientes términos: si el mundo no necesita gente como yo, si no sabe darles otro papel mejor y no puede emplearles en empresas superiores, entonces la gente como yo se irá a pique. Muy bien, que el mundo cargue con eso.
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Narciso Y Goldmundo de Hermann Hesse
De todos modos era hermoso vivir. Cogió de entre la hierba una florecilla violeta, acercó a ella los ojos, miró dentro del pequeño y angosto cáliz por el que corrían unas venillas y en el que vivían unos órganos minúsculos, finos como cabellos; allí, como en el seno de una mujer o en el cerebro de un pensador, bullía la vida, vibraba el afán. ¿Por qué no sabíamos absolutamente nada? ¿Por qué no era posible hablar con esta flor? ¡Pero si ni siquiera podían dos hombres hablar realmente entre si, pues para ello se precisaba de un azar feliz, de una singular amistad y disposición! No, era una suerte que el amor no precisase de palabras; de otro modo, estaría lleno de equivocaciones y disparates.
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¿En que año nació Marcel Proust?