Contra el fanatismo de
Amos Oz
El choque entre israelíes y palestinos no es, en esencia, una guerra civil entre dos bandos de la misma población, o del mismo pueblo, o de la misma cultura. No es un conflicto interno sino internacional. Afortunadamente. Porque los conflictos internacionales son más fáciles de resolver que los internos, que las guerras religiosas, que las luchas de clases, que las guerras de valores. He dicho más fácil, no fácil. En esencia, la batalla entre judíos israelíes y árabes palestinos no es una guerra religiosa, aunque los fanáticos de am- bos bandos hagan lo imposible por convertirla en tal. Fundamentalmente, no es más que un conflicto territorial sobre la dolorosa cuestion «¿de quién es la tierra?». Es un conflicto entre derecho y derecho, entre dos reivindicaciones muy convincentes y muy poderosas acerca del mismo pequeño país. Ni guerra religiosa, ni guerra de culturas, ni desacuerdo entre dos tradiciones, sino sencillamente una verdadera disputa inmobiliaria sobre de quién es la casa.