La caja negra de Amos Oz
Hay felicidad en el mundo, Alec, aunque sea más efímera que un sueño. Y aunque no esté, desde luego, al alcance de tu mano. Como no está una estrella al alcance de un topo. No es «la satisfacción del reconocimiento», ni el halago, el avance, la conquista o la dominación, ni la sumisión o la claudicación, sino el estremecimiento de la fusión. Amalgamarse el uno con el otro. Como una ostra envuelve un cuerpo extraño, que al principio la hiere, pero que luego lo convierte en su perla mientras las cálidas aguas, inmutables, lo rodean y abarcan todo. Tú nunca has saboreado esta fusión, ni una sola vez en toda tu vida. Cuando el cuerpo se torna un instrumento musical a manos del alma. Cuando el Otro y el Yo echan raíces el uno en el otro y se convierten en un único coro. Y cuando el goteo de la estalactita nutre despacio la estalagmita hasta que las dos se convierten en una sola. Pag. 141. |