Contra el fanatismo de Amos Oz
Sí, el cotilleo es el pariente pobre de la literatura, aunque la literatura se avergüenza de él y le niega el saludo cuando se lo encuentra por la calle. El cotilleo también es hijo de la curiosidad. Pero al cotilleo le encantan los tópicos, le encanta reafirmar nuestros prejuicios y le encanta tranquilizarnos con que todos somos iguales. La buena literatura hace lo contrario: nos cuenta lo que no sabemos de nosotros mismos ni de los demás. O algo que no queremos saber. Porque mientras el cotilleo no deja de ser epidérmico, la literatura puede a veces llevar a cabo el milagro de ahondar bajo nuestra piel. Y mientras el cotilleo intenta adularnos, la literatura busca turbarnos.
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