Contra el fanatismo de Amos Oz
En el caso de esperar algo, espero un divorcio justo y limpio entre Israel y Palestina. Y, por mucho que sean más o menos justos, los divorcios nunca son felices. Aun así hieren, son dolorosos. Especialmente, este divorcio concreto, que va a ser muy peculiar porque las dos partes que se divorcian se van a quedar definitivamente en el mismo apartamento. Nadie se va a mudar. Y, al ser un apartamento muy pequeño, habrá que decidir quién se queda con el dormitorio A y quién con el dormitorio B y qué pasa con el salón. Y, al ser un apartamento tan pequeño, habrá que hacer una reforma especial en el baño y en la cocina. Muy incómodo. Pero mejor que esa especie de infierno en vida que todos están pasando ahora en ese país tan amado.
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