Una historia de amor y oscuridad de Amos Oz
Mi padre sabía leer en dieciséis o diecisiete idiomas y hablar en once (todos con acento todo). Mi madre hablaba cuatro o cinco lenguas y leía en siete u ocho. Entre ellos conversaban en ruso o en polaco cuando querían que yo no los entendiera. Por cultura leían sobre todo en alemán e inglés, y por supuesto por la noche soñaban en yidish. Pero a mí me enseñaron única y exclusivamente hebreo: quizá temían que si aprendía otros idiomas también yo quedaría expuesto a la seducción de la espléndida y mortífera Europa.
|