Otaberra

Algo pasó en 1989. Renata vuelve a ese año una y otra vez. El presente para ella no existe. El tiempo quedó detenido en Otaberra.

Si me preguntasen de qué va Otaberra me costaría contestar. Quizás de cómo sucesos traumáticos llevan a la disociación. Quizás de la toma de consciencia de las propias emociones. de cómo cuesta recomponerse cuando algo se rompe. de la culpa. de un viaje hacia dentro de la vida de Renata. Un viaje a ninguna parte.

Poco más que decir, porque es un libro sorprendente en su estructura (me sentí perdida en varios momentos), profundo y algo oscuro (los recovecos más recónditos de nosotros mismos lo son).

Y sobretodo, es un libro que, a pesar de tenerte algo desorientada, te atrapa.

"Otaberra" no fue una lectura fácil. Es un libro muy diferente a los anteriores de la autora, un experimento y una rareza que me descolocó. La confianza en Elisa Victoria me animó a terminar la lectura y, aunque sé que me dejé cosas por el camino, el experimento me ha parecido una locura preciosa.

La autora nos mete en la cabeza de Renata, una joven brillante que vive perseguida por un trauma del pasado. Para ella el presente no existe, su cabeza vuelve una y otra vez a la Otaberra de 1985, al lugar de su adolescencia, al día que lo cambió todo.

Elisa Victoria se sirve de narraciones en primera persona, de cartas, diarios y conversaciones de terceros para hacer un retrato psicológico de la protagonista. Una mujer llena de rarezas, con vínculos familiares inestables y asediada por la culpa. "Otaberra" se mueve entre varias voces narrativas y tiempos diferentes. Un rompecabezas de piezas pefectas que nos habla del paso del tiempo, los prejuicios, la pérdida y la culpa.

Una novela delicada, oscura y demoledora. Ingeniosa, compleja y arriesgada. Un maravilloso ejemplo de que no solo es importante contar una historia, sino también cómo se cuenta, aunque eso signifique volver a "Otaberra" para ahondar en todos los pequeños rincones que he pasado por alto.

Otaberra, la nueva y esperada (al menos por mí 😅) novela de Elisa Victoria nos traslada a la vida en el pueblo, a la juventud.

En este libro la editorial ha decidido no poner sinopsis como tal, así que intentaré no contar mucho para que vayáis a ciegas también si os animáis a leerlo. Algo pasó en 1989. Renata vuelve a ese año una y otra vez. El presente para ella no existe. El tiempo quedó detenido en Otaberra. Esto es lo que nos cuentan, y creo que no hace falta saber mucho más. Vamos con mi opinión.

En sus dos primeros capítulos o primera parte (apenas 25 páginas), pensaba que no iba a ser un libro para mí. Sin disgustarme, me estaba pareciendo bastante "sin más". Como decía en el primer párrafo, esta novela era muy esperada por mí, ya que El evangelio me gustó mucho y me dejó con ganas de más, por eso mismo creo que sentí un poco de decepción al principio.

Bueno, pues diré también que fue lo que menos me gustó; luego todo mejora, todo se vuelve más atrayente: la estructura de la novela, a ratos rara, compleja, que te deja con cara de póker. Pero todo con un orden y sentido que va tomando la mejor forma con el paso de las páginas. Por cierto, en relación a esto diré que es una novela que se lee en nada; aun teniendo casi 200 páginas, volaron en apenas un par de días. Primero porque engancha bastante y segundo por la fluidez con la que nos cuenta la historia la autora.

Quizás ha habido algún punto flojillo (o metido un poco con calzador a mi parecer) durante la historia, pero en su conjunto me ha agradado mucho. Una novela arriesgada creo yo y que no gustará a todos (o casi todos) como sí que creo que lo hizo El evangelio, pero que si entras en "su juego", la disfrutarás mucho, como ha sido mi caso. Sí que tengo que decir también que no he quedado lo satisfecho que esperaba con el final, pero esto imagino que es más algo personal.

Sí, me gustó un poco más su anterior novela, pero con esta historia @elisita.victoria se confirma como una grandísima escritora de la que sin tardar mucho leeré también Vozdevieja.

Ella nos da todas las opciones, incluso alguna más de las que pensamos que tendríamos. Por si alguien pensaba que se quedaría con ganas de algo, con la sensación de haber perdido el tiempo, o un camino. No es posible. Nada de eso es posible en Otaberra.
Aquí hay historias dentro de las historias. Momentos que nos llevan de adelante hacia atrás, que descolocan y dan respuestas. Tantas maneras de escribir y de pensar en una misma obra que no puedes evitar pensar que no estás entendiendo nada. Hasta que entiendes que no hay que resistirse. Que a veces no es fácil atisbar la conclusión, pero que siempre existe el "cómo"; y que la manera más natural de llegar hasta él es, sencillamente, dejarse llevar.
Otaberra es revolución suspendida en el tiempo, es la certeza de que lo que existió permanece; de que el recuerdo es poderoso y la imaginación también. Es una puerta abierta a todos los que vieron el reloj pararse en algún momento y no quisieron o no supieron seguir avanzando.
Recupera la narración como conducto hacia la posibilidad de mantenerse vivo, de mantener con vida a los demás; al brillo que creíamos extinto y que se oculta debajo de la cama esperando a ser liberado.
El otoño será diferente gracias a ella.

Esperaba este nuevo libro de la autora. Me gustó mucho el anterior... pero este no tanto. No sé que es lo que no me ha terminado de llenar. Está muy bien escrito, con personajes muy interesantes... pero le falla algo. No me ha terminado de convencer. No sé si lo recomendaría.

Me suelo hacer preguntas sobre el tiempo, como casi todo ser humano. Cuando estoy viviendo experiencias que disfruto me digo a mí misma «un día esto será el pasado». Cuando surge un evento lejano pienso «en un tiempo quedará muy poco para que suceda». Estos pensamientos son, por supuesto, una mota de polvo. Pulsiones de muerte. Porque si quisiese hablar de tiempo (de Tiempo) hablaría de preguntas un poco más tétricas. ¿Qué efecto a largo plazo habrán tenido mis acciones en aquel que me ha rodeado en algún momento? ¿Cómo percibirán los demás acciones o sucesos en los que he estado implicada? ¿Qué recordará de mí la gente cuando me muera?

Si estoy hablando de esto es porque es el poso que se me ha quedado tras leer «Otaberra». A mí como maníaca del tiempo. Una movida. 

Es una lectura extrañísima que te invita a sacar tus propias conclusiones, que te da los ingredientes y no la receta. Que destroza las estructuras para que te hagas tu propio castillo de Lego. Es confusa a propósito, experimental, cruda y directa. La pluma de Elisa Victoria es siempre así. Y es que qué bien capta los grises de las relaciones humanas y qué poco duda en meter el dedo en la llaga.

Esta es una historia sencilla, pero lo que importa es cómo está contada. Los puntos que toca. Los cambios de narrador, las historias entremezcladas, los recursos. Elisa Victoria ha hecho lo que le ha dado la gana y yo la apoyo.

No es una lectura fácil, y aunque me ha gustado se me ha comido un poquito. Creo que lo hubiese disfrutado muchísimo más en una época en la que mi cerebro estuviera más dispuesto. Quiero releerlo cuando no tenga la cabeza en ebullición porque tiene TANTAS cosas que me han dejado del revés que necesito comprobar si lo de quedarme un poco templada al final (que no fría del todo) ha venido del momento o de mí como persona. Ahí queda la incógnita.

“Otaberra” de Elisa Victoria, publicada por Blackie Books.

Es la primera novela que leo de Elisa Victoria y seguro que no la última.

Al principio me desconcertó un poco y me costó entrar en la historia, me resultaba compleja y tenía la sensación de que no me estaba enterando muy bien de la historia. Pero conforme iba avanzando, iba hilando, iba recapacitando…y cuando terminé (en un par de días, porque engancha tanto que no pude soltarla) seguía pensando en la historia, (o historias), y seguí analizando y pensando en los personajes, en todos. He subrayado muchísimo, tiene unas reflexiones muy bonitas.

En la novela aparecen varios narradores, presente y pasado, a veces todo mezclado, para explicarnos qué sucedió a Renata en 1989 y volver a Otaberra una y otra vez, y para saber cómo es la vida de Renata después de ese suceso.

Creo que es una novela que no puede gustar a todo el mundo por la complejidad y lo diferente, pero si por la historia y lo que nos cuenta. Aún quedan muchos lugares, personas, pensamientos… que siguen representando a Otaberra.

Ya tengo ganas de volver a leerla.

Algo pasó en 1989. Renata vuelve a ese año una y otra vez. El presente para ella no existe. El tiempo quedó detenido en Otaberra”, esto es lo único que desvela la sinopsis del libro, te deja con la intriga y quieres saber qué fue lo que le pasó a Renata, y (al menos yo) saber dónde está Otaberra.

Otaberra no es un pueblo situado en la geografía de ningún País, pero está en todas partes. Es cualquier pueblo, cuidad, residencia, casa, lugar, sitio… sitio donde no se respete la libertad individual, oscuro, chismoso, violento, opresor…

La historia de Otaberra, a pesar de tener a penas 200 páginas, reflexiona sobre muchos temas: la culpa, el remordimiento, el trauma, el duelo, la apariencia (en el más amplio significado de la palabra) … la novela está escrita de una manera y con unas reflexiones muy bonitas, no conocía la escritura de Elisa Victoria y me ha gustado bastante. Me ha pasado que justo cuando terminé de leer el libro tuve ganas de volver a empezarlo otra vez, porque pensaba que me había dejado temas que no había sabido entender o apreciar del todo, que se me habían escapado, y que con una relectura las iba a apreciar mejor.

El principio de la novela puede ser un poco confuso porque hay muchos tipos de narradores, y saltos en el tiempo, pero conforme vas avanzando, vas entrando en la historia y vas uniendo y entendiendo perfectamente. Engancha tanto que te lo lees en un par de días.

Otaberra es la nueva novela de Elisa Victoria, para mi es la primera que leo de la autora a pesar de tener publicadas 5 libros más y del gran éxito que tuvieron. Ahora tengo muchas ganas de leer todas las anteriores.

Algo se ha roto dentro de Renata y su cuerpo y su mente nunca coinciden en el mismo sitio. La herida que se abrió en 1989 nunca ha cicatrizado. La carga que supone haberse dado cuenta de sus errores cuando ya no hay tiempo para rectificar pesa demasiado. Lo que pudo ser y lo que fué se confunden entre ficciones, medias verdades y verdades insoportables.

Una historia que retuerce el tiempo, que nos habla de duelo, de prejuicios, de amistad, de la necesidad de sentirse aceptado, de rechazo, de la asfixia de ser diferente, de lo despiadada que es la falta de empatía, de la acidez de la adolescencia y sus multiples aristas y de como esta etapa de nuestra vida forma parte fundamental de la estructura que nos hace adultos. Un libro duro, emotivo y de gran sensibilidad con momentos preciosos que me han hecho levantar la vista y suspirar antes de continuar leyendo.

Su estructura y sus diversos narradores me han descolocado en ocasiones y me he sentido un poco perdido hasta que avanzaba en el capítulo y me volvía a orientar. Me quedan también algunas dudas pendientes sobre ciertos hechos que acontecen en la historia.

El estilazo de Elisa Victoria de terciopelo y lija sigue intacto al igual que mis ganas de seguir leyendo cuanto escriba.

En 1989, en pleno despertar de la adolescencia y de la vida, Renata tiene que afrontar hechos traumáticos que marcarán toda su existencia. Ya en su adultez, intentando sobrevivir en la vorágine del día a día, su mente sigue regresando a Otaberra para intentar sanar y avanzar, pero es difícil escapar del pasado. Un viaje de la mano de una historia que nos llevará por la España de los años 80, las problemáticas de sus jóvenes, las drogas, la salud mental y la marginalidad social.

Otaberra es una atrevida apuesta de la autora Elisa Victoria que tan buenas críticas recibió ya con sus anteriores obras Voz de Vieja y El evangelio. Con esta novela, da un giro radical a su estilo con un salto al vacío de estructura y trama totalmente experimental, saltos temporales, elementos oníricos, objetos humanizados… todo ello para recrear lo que una confusa mente anclada en el dolor puede contener. Un arrebato lector, como muy bien enuncia el título de la novela al revés. He de reconocer que me ha costado adentrarme en este mundo narrativo, y que he sucumbido en momentos por hallarme totalmente desconcertada con lo que leía. Sin embargo, al final todo encaja más o menos coherentemente y lo que no lo hace, no me ha hecho falta y ha quedado como punto a favor de la originalidad del texto.

Un viaje alucinante para el lector, que, sumergido en este mundo onírico, acompaña a su protagonista en este camino de dolor y recuperación. Otaberra no es solo un lugar, es un recuerdo, es una vida feliz que se torna pesadilla, es un estado de ánimo que nos envuelve, es un ser independiente que absorbe nuestras energías. No busquéis lógica, ni explicaciones, tan solo dejaos envolver en este viaje, que es también el vuestro personal. Y es que todos tenemos un Otaberra en nuestra vida, se llame así o se llame como vosotros lo sintáis.