—Bromas aparte, creo que para conocer el amor es necesario equivocarse y luego enmendar el error (...)
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—Bromas aparte, creo que para conocer el amor es necesario equivocarse y luego enmendar el error (...)
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—En ese caso habría que encontrar un medio de inocular el amor, como sucede con la viruela.
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(...) no es más que un tonto. Que quede entre nosotros… ¿No es cierto que eso lo aclara todo? Antes, cuando me creía obligada a considerarlo inteligente, llegaba a la conclusión de que la tonta era yo, porque no veía su inteligencia por ningún lado. Pero, en cuanto dije, en voz baja naturalmente: «Es tonto», todo quedó claro. ¿No es verdad?
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En los últimos tiempos se veía obligada a fingir muy a menudo, casi a cada paso.
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Consideraba una cosa estúpida, y hasta ridícula, la enfermedad que padecía y los tratamientos que le imponían. ¿No era como tratar de reconstruir un jarrón reuniendo los pedazos rotos? Tenía el corazón destrozado. ¿Cómo iban a curarla con píldoras y polvos?
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Y se sentía feliz. Su única certeza era que le había dicho la verdad: iba donde estuviera ella, y la vida no tenía para él otro sentido, ni su felicidad otra razón, que verla y oírla.
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Bajó a la pista, evitando mirarla durante un buen rato, como si se tratara del sol; pero, aunque no la miraba, la veía, como sucede con el sol.
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No recordaba ni sus palabras ni las de él, pero se daba cuenta de que esa breve conversación los había unido muchísimo, y ese sentimiento la asustaba y al mismo tiempo la hacía feliz.
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—No olvidaré nunca, porque no está en mi poder, ni una sola palabra suya, ni un solo gesto suyo.
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El vínculo que existe entre todas las fuerzas de la naturaleza se percibe de manera instintiva…
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises