La hipocresía puede engañar al hombre más inteligente y perspicaz, pero hasta el niño más torpe la reconoce, por más empeño que se ponga en ocultarla, y se aparta con repugnancia.
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La hipocresía puede engañar al hombre más inteligente y perspicaz, pero hasta el niño más torpe la reconoce, por más empeño que se ponga en ocultarla, y se aparta con repugnancia.
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El objetivo principal de la filosofía de todas las edades consiste precisamente en encontrar ese vínculo indispensable entre los intereses personales y los generales.
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—En mi opinión ninguna actividad puede tener efectos duraderos si no se basa en el interés personal. Es una verdad general, filosófica —prosiguió, repitiendo con determinación la palabra «filosófica», como si quisiera demostrar que tenía tanto derecho como cualquier otro a hablar de esa cuestión.
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Sin renunciar a todo lo que había aprendido, reconoció que se había engañado al pensar que podría llegar a convertirse en la persona que le habría gustado ser. Era como si hubiera despertado de un sueño.
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«Soy una mala mujer, una mujer perdida —pensaba—, pero no soporto la mentira, la aborrezco. En cambio, para él, es el pan nuestro de cada día. Lo sabe todo, lo ve todo. Y, sin embargo, ahí está hablando tan tranquilo. ¿Qué sentirá en su fuero interno? Si me matara a mí o matara a Vronski, le respetaría. Pero no, lo único que le importa es la mentira, guardar las apariencias»
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—No tengo derecho a entrar en todos los detalles de tus sentimientos, y hasta lo considero inútil y perjudicial —empezó diciendo Alekséi Aleksándrovich—. Al escarbar en nuestras almas, corremos el riesgo de que salgan a la luz cosas que bien podrían quedar ocultas. Tus sentimientos son asunto de tu conciencia.
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Ocupado siempre de sus obligaciones profesionales, sólo le había llegado un reflejo de la vida. Y cada vez que se topaba con la vida de verdad, se echaba a un lado.
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—El amor… —repitió Anna con voz lenta, como dirigiéndose a sí misma, (...) —: Si no me gusta esa palabra es porque significa demasiado para mí, mucho más de lo que usted pueda imaginar. —Y le miró de frente—. ¡Adiós!
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—Usted no me ha prometido nada. Supongamos que yo tampoco le haya pedido nada —decía—, pero usted sabe que no es amistad lo que necesito. Toda la felicidad de mi vida depende de esa palabra que tan poco le gusta a usted… Sí, del amor…
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—Nunca seremos amigos, lo sabe usted de sobra. Seremos las personas más felices o las más desdichadas. De usted depende. —Anna quiso decir algo, pero él la interrumpió—. Sólo le pido una cosa: que me permita concebir esperanzas y seguir sufriendo como ahora. Y, en caso de que eso no sea posible, ordéneme que desaparezca y desapareceré. No volverá a verme, si mi presencia le resulta tan molesta.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises