Anna Karenina

Aunque Anna contradecía con obstinación y virulencia a Vronski cuando éste le decía que su situación era insostenible y trataba de persuadirla de que se lo confesara todo a su marido, en el fondo de su alma consideraba falsa e ignominiosa su posición y ardía en deseos de cambiarla.

… también sabía que, a ojos de esas personas, el papel de amante desdichado de una muchacha y, en general, de una mujer libre, se prestaba a burlas; en cambio, cortejar a una mujer casada, poniendo toda su vida en juego para arrastrarla al adulterio, se consideraba algo bello, grandioso, nunca grotesco.

No había ninguna respuesta, más allá de la que la vida da a las cuestiones más complicadas e irresolubles: vivir al día, o, dicho de otro modo, entregarse al olvido.

(...) dedicaba mucho tiempo a la lectura, tanto de novelas como de los libros más serios que estaban de moda. Encargaba todos los libros que merecían elogios en los periódicos y revistas que recibía, y los leía con esa concentración que sólo se adquiere en soledad.

«¿Libertad? ¿Y para qué la quiero? La felicidad consiste en amar, en desear lo que ella desea y pensar lo que ella piensa, es decir, en no tener libertad ninguna. ¡Eso es la felicidad!».

(...) habían entablado su propia conversación, o, mejor dicho, una suerte de comunicación misteriosa que cada minuto que pasaba los unía más, despertando en ambos un sentimiento de alegre temor ante el territorio desconocido en el que se estaban internando.

La muerte, fin inevitable de todo, se le presentaba por primera vez con toda su fuerza irresistible.

El objetivo principal de la filosofía de todas las edades consiste precisamente en encontrar ese vínculo indispensable entre los intereses personales y los generales.

Ocupado siempre de sus obligaciones profesionales, sólo le había llegado un reflejo de la vida. Y cada vez que se topaba con la vida de verdad, se echaba a un lado.

Hizo acopio de todas sus fuerzas para ofrecer a Vronski la respuesta que le dictaba un sentimiento del deber, pero en lugar de eso se le quedó mirando con ojos llenos de amor, sin pronunciar palabra.