Sólo estaban de acuerdo en un punto: la obsesiva y tácita sensación de deformidad con que impresionaba a todos aquellos que lo contemplaban.
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Sólo estaban de acuerdo en un punto: la obsesiva y tácita sensación de deformidad con que impresionaba a todos aquellos que lo contemplaban.
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¿O es la mera irradiación de un alma vil que de ese modo transpira por completo y transfigura su envoltorio de barro?
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señor, tengo por norma que cuanto más sospechosa me parece una cosa, menos preguntas hago.
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Plantear una pregunta es como lanzar una piedra.
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Y, sin embargo, cuando miré a aquel feo ídolo en el espejo, no sentí repugnancia, sino más bien un sobresalto de bienvenida. Aquél también era yo.
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El hombre no es verdaderamente uno, sino dos.
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Mis dos lados eran sinceros: seguía siendo yo mismo tanto cuando apartaba cualquier tipo de restricción y me entregaba a la indignidad, como cuando trabajaba a la luz, intentando fomentar el conocimiento o aliviar la pena y el sufrimiento.
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- Pues, entonces -dijo el abogado, bondadosamente-, lo mejor que podemos hacer es estarnos donde estamos y te hablaremos desde aquí. - Eso precisamente iba a atreverme a rogarles -contestó el doctor, sonriendo. Pero, apenas había pronunciado esas palabras, cuando se borró la sonrisa y se trocó en una expresión de tan abyecto terror y desesperación , que dejó helados hasta la médula a los que estaban abajo. Lo vieron como en un relámpago, porque , instantáneamente, se cerró la ventana; pero aquel vislumbre había bastado, y dieron la vuelta y salieron del callejón sin decir palabra. Hasta que no llegaron a una calle próxima, donde hasta los domingos había movimiento y vida, no se miraron ni hablaron los amigos. Los dos estaban pálidos, y cada uno vio en lo ojos del otro un espanto que respondía al suyo. - ¡Dios nos valga, Dios nos valga! -dijo Utterson. Enfield sólo asintió con la cabeza, muy serio, y otra vez echó a andar en silencio. |
Cuando observaba en el espejo ese feo ídolo, no era consciente de sentir repugnancia alguna, sino más bien de un palpitar de aceptación. Esto, también, era yo.
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una cosa es mortificar la curiosidad y otra conquistarla
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¿En qué país nació Stevenson?