Es señal del hombre modesto el aceptar de manos de la casualidad el círculo de sus amistades.
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Es señal del hombre modesto el aceptar de manos de la casualidad el círculo de sus amistades.
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Y, sin embargo, cuando miré a aquel feo ídolo en el espejo, no sentí repugnancia, sino más bien un sobresalto de bienvenida. Aquél también era yo.
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He aprendido a mi costa que el sino y la carga de nuestra vida lo llevamos atado para siempre a los hombros, y que cuando intentamos sacudirlo vuelve a nosotros con más extraña y espantable pesadumbre.
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Mis dos lados eran sinceros: seguía siendo yo mismo tanto cuando apartaba cualquier tipo de restricción y me entregaba a la indignidad, como cuando trabajaba a la luz, intentando fomentar el conocimiento o aliviar la pena y el sufrimiento.
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vi que dos naturalezas pugnaban en el campo de mi conciencia, y que me reconocía legítimamente en cualquiera de ellas porque yo era radicalmente ambas
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El hombre no es verdaderamente uno, sino dos.
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- Pues, entonces -dijo el abogado, bondadosamente-, lo mejor que podemos hacer es estarnos donde estamos y te hablaremos desde aquí. - Eso precisamente iba a atreverme a rogarles -contestó el doctor, sonriendo. Pero, apenas había pronunciado esas palabras, cuando se borró la sonrisa y se trocó en una expresión de tan abyecto terror y desesperación , que dejó helados hasta la médula a los que estaban abajo. Lo vieron como en un relámpago, porque , instantáneamente, se cerró la ventana; pero aquel vislumbre había bastado, y dieron la vuelta y salieron del callejón sin decir palabra. Hasta que no llegaron a una calle próxima, donde hasta los domingos había movimiento y vida, no se miraron ni hablaron los amigos. Los dos estaban pálidos, y cada uno vio en lo ojos del otro un espanto que respondía al suyo. - ¡Dios nos valga, Dios nos valga! -dijo Utterson. Enfield sólo asintió con la cabeza, muy serio, y otra vez echó a andar en silencio. |
una cosa es mortificar la curiosidad y otra conquistarla
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—No critico la herejía de Caín —solía decir con agudeza—. Yo siempre dejo que el prójimo se destruya del modo que mejor le parezca.
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Si cada uno de ellos, me decía, pudiera ser alojado en identidades separadas, la vida se vería aliviada de todo lo que es insoportable; el injusto podría seguir su camino, librado de las aspiraciones y los remordimientos de su más elevado hermano gemelo; y el justo podría caminar con firmeza y seguridad siguiendo su encumbrado camino, haciendo las cosas buenas en las que fundaba su placer y no expuesto ya a la vergüenza y a la penitencia en manos de ese malvado ajeno
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¿En qué país nació Stevenson?