¿Se ha fijado usted alguna vez en esa puerta? (...) Mi mente la asocia con una extraña historia.
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¿Se ha fijado usted alguna vez en esa puerta? (...) Mi mente la asocia con una extraña historia.
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La droga no tenía ningún efecto discriminatorio; no era ni diabólica ni divina; tan sólo hacía temblar las puertas de la cárcel de mi temperamento y, como los cautivos de Filipos[25], lo que estaba dentro salía al exterior.
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Me resisto mucho a hacer preguntas; participa bastante del estilo del día del Juicio Final. Plantear una pregunta es como lanzar una piedra.
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Pero a pesar de mi profunda dualidad, no era en sentido alguno hipócrita, pues mis dos caras eran igualmente sinceras.
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He atraído sobre mí un castigo y un peligro que no puedo nombrar. Si soy el mayor de los pecadores, soy también el mayor de los afligidos.
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Jekyll era más interesado que un padre, Hyde más indiferente que un hijo
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[... he aprendido que cada hombre carga con su destino a lo largo de toda su vida, y cuando intenta sacudírselo de los hombros, vuelve a caer sobre él con un peso aún mayor y más extraño.]
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Cuando observaba en el espejo ese feo ídolo, no era consciente de sentir repugnancia alguna, sino más bien de un palpitar de aceptación. Esto, también, era yo.
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Formular una pregunta equivale, muchas veces, a tirar una piedra. Suba usted a lo alto de una colina, tome una piedra y échela usted a rodar por la pendiente. La piedra arrastrará muchas otras y, sin que usted lo piense, el pobre diablo que cultiva lechugas en su huerta para pasar inofensivamente un día de asueto, sufrirá descalabros mortales y su viuda contraerá segundas nupcias.
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Y así como el bien brilla en el semblante del uno, el mal estaba escrito en gruesos e inconfundibles caracteres en el rostro del otro. Además, el mal (del curso prendió todavía que es el lado letal del hombre) había dejado en aquel cuerpo marcas de deformidad y degeneración.
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¿En qué país nació Stevenson?