Los políticos, los dictadores y los belicistas no estaban contentos, claro, pero sus voces, que siempre habían parecido tan fuertes y amedrentadoras, de repente resultaron insignificantes.
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Los políticos, los dictadores y los belicistas no estaban contentos, claro, pero sus voces, que siempre habían parecido tan fuertes y amedrentadoras, de repente resultaron insignificantes.
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Remordimientos, arrepentimiento, una tristeza imposible de soportar. Porque si no sintiéramos esas cosas, ¿qué clase de monstruos seríamos?
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Soy la hoja que blande tu mano y taja el arcoiris Soy el badajo, pero tú la campana que tañe llamando a la oscuridad. Si eres el cantante yo soy la canción, un lamento, un réquiem, una endecha. Me has convertido en la respuesta a las necesidades del mundo, a las inmortales ansias de la humanidad. |
Mi mayor deseo para la humanidad no es la paz ni la comodidad ni la alegría. Es que todavía sigamos muriendo un poco por dentro cada vez que seamos testigos de la muerte de otro. Porque solo el dolor de la empatía evita que perdamos la humanidad.
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Pero ¿a quién pueden rezar los inmortales? Aunque no tengo respuesta a esa pregunta, alzo mi voz al vacío con la esperanza de que llegue más allá de la distancia y más profundo que mi propia alma. Pido consejo y valor. Y suplico (ay, cómo suplico) no volverme nunca tan insensible a la muerte que reparto como para que me parezca normal. Ordinaria.
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Creo que los mortales se esforzaban con más empeño en lograr sus objetivos porque sabían que el tiempo era esencial. Pero ¿nosotros? Podemos posponerlo todo con mayor eficiencia que los condenados a morir, puesto que la muerte se ha convertido en la excepción, en vez de en la regla.
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Cuanto más vivimos, más deprisa parecen transcurrir nuestros días, lo que resulta muy problemático cuando la vida no acaba nunca.
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Nos acomodamos en la pesadez inconsecuente de nuestras vidas hasta que, de repente, nos miramos en el espejo y vemos un rostro que apenas reconocemos y que nos suplica que reiniciemos el contador y seamos jóvenes de nuevo.
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Y anhelo un sitio más allá de la inmortalidad en el que, al menos hasta cierto punto, pueda resucitar la maravilla y ser de nuevo aquel niño.
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La inocencia está condenada a que seamos sus verdugos en una muerte sin sentido, víctima de los errores que jamás podremos deshacer. Así ponemos fin a las maravillas con las que antes florecíamos y las sustituimos por cicatrices de las que nunca hablamos.
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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"