Sin verdad no hay justicia, y sin justicia no hay paz.
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Sin verdad no hay justicia, y sin justicia no hay paz.
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La guerra, como todas las guerras, arruinó al país y enriqueció a unos pocos que ya eran ricos antes de empezarla. Para eso se hacen las guerras.
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Uno es lo que recuerda.
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La desgracia de unos es la bonanza de otros.
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El aprender a diferenciar entre por qué hace uno las cosas y por qué dice hacerlas es el primer paso para comenzar a conocerse a uno mismo.
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Cuando uno es joven ve el mundo como debería ser y cuando uno es viejo lo ve como es en realidad.
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Los juramentos eran un poco como los corazones: roto el primero, los demás resultaban pan comido.
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Hay épocas en que es más honorable morir en el olvido que vivir en la gloria.
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El espectáculo pletórico de la adolescencia es la más eficaz vacuna para la nostalgia.
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El tiempo siempre fluye con velocidad inversa a la necesidad de quien lo vive.
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